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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Si cabrea o se celebra que Manuel Vicent reincida cada año en sus clásicas columnas antitaurinas, me acojo a esa venia si reincido cada primavera en echar un cuarto a espadas contra la tortura vegetal (¿hay animalistas y no vegetalistas?) perpetrada y celebrada un día en el único paisaje urbano que tengo ante el ojo de mi balcón, Las Cercas, un paño largo de la muralla medieval que sobrevivió pese a alcaldones como Dámaso Merino, que sigue teniendo calle, aunque robó demoliendo lo señero, Puerta Obispo, Puerta Gallega... muralla de la que se adueñaron por dentro los de siempre y por fuera los listos al salto con sombrajo primero, después tejadillo y al fin con casa. Sólo la mitad de esas Cercas se ven hoy... y mostrando aún su ruina, sus chuleos... y aquel clásico pormishuevos municipá.

El muro grande es el genuino; la cerca chiquita y almenada que le corre paralela es mayormente reinvento de anteayer, porque la auténtica estaba trillada o robada su piedra «tan a mano». Y las plantas que digo vivían en el primero, en lo alto de su cresta desdentada. Eran las típicas plantas murarias, silvestres, pero me pareció inaudito ver allí unos lirios, flor que elige tierra húmeda o charquera y no subirse a un cerro de morrillos jugándosela con sólo el agua caída del cielo; y sin embargo, cada año florecían briosos en dos puñados de tierra sobrellevando la incuria y la feroz sequía.

Pero llegó aquella pifia redentora del Plan E que coló tanta obra «pintoresca» y se gastaron un pastón en «consolidar la ruina» de esta Cerca arrasando toda la albarda de tapín que en su día le pusieron con buen juicio para rebajarle maza a la intemperie.

¡Fuera toda esa vegetación, matadla de raíz con abrasivos!... uy, esos arquitectos finos que hoy proponen cubiertas vegetales en edificios ¿apean aquí una cubierta natural como expertos en patrimonio y cobrando de lo público?...

Las plantas volvieron (sólo falta un lirio) y ya lo llenan todo de nuevo haciendo (ahora sí) daño, sin albarda tapinera, muy altaneras y con penachos de gala, como las amapolas de beso rojo que dieron el adiós a Carlos Romero.

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