Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Hombre tranquilo pide el cazar inteligente... y hombre paciente el pescar elegante.

El codicioso o ansioso que sólo piensa en trofeos nunca disfrutará lo suficiente y volverá a casa frustrado y sofocado, algo que no se le veía a Miguel Delibes ni a la vuelta de una montería sin pegar un tiro y con mojadura de pulmonía doble. Porque Delibes, a falta de pelo, pluma o picada, siempre cazaba o pescaba mucho, vaya que sí, otras cosas, esas que no entran en el punto de mira o en la truchera, sino en la mirada que averigua, en la oreja que atiende o en la entraña que late. Y ahí estaba don Miguel disparando sin cesar su atención hasta en lo nimio para volver siempre a casa con el morral lleno... de detalles, de tipos, de palabras, de pueblos, de gentes...

Conoció Delibes estos ríos casi en su dibujo original cuando aún no existían las excavadoras. Entonces a los ríos no se les podía discutir más que con gaviones de morrillo o barricadas de carriegos llenos de grijo y barro (la escollera y la camisa de fuerza vinieron después). Eran aquellos ríos que desde el nacer tenían a cada poco un puerto reteniéndole el caudal para que alimentara a una presa de riego, al molino maquilero o a la fábrica de luz, presa que a la vez se convertía en pequeño río y en verbena de vida cangrejera y alevines... eran aquellos ríos con frecuencia escoltados por charcales, llamargales o viejos lechos convertidos en estanques... y ahí la verbena seguía toda la noche... hervían de ranas.

Y claro, en aquellos ríos había truchas... muchas... y el relato de las jornadas leonesas de pesca que hacía Delibes a la prole al volver se le tradujo a su hijo Juan en una emoción incontenible y en algo que, según cuenta, fue como una expedición al paraíso el día que le llevó a pescar su padre a aquella lejanía de los prodigios.

Delibes es un santo cazador y un santo pescador. Lo canonizaron el otro día tres obispos del varal: Maturino, Pascual y el Nutria... y como está en los Cielos, le rogaron ampare a los pescadores, proteja a las últimas truchas y confunda a los ingenieros maderables que trotan por estos ríos.

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