CORNADA DE LOBO
La faltriquera
Es una de las palabras más chulas del diccionario y la embellece aún más la rareza, pues cada día irán siendo menos los que sepan qué es la cosa.
Faltriquera era una bolsa de tela que se ataba a la cintura y se llevaba colgando bajo el vestido o el mandil (después se cosió a la propia ropa y se inventó el bolsillo)... era el lugar ideal para llevar con total seguridad las llaves, cosas menudas, dineros, calderilla mayormente... y es palabra de origen mozárabe, hatrikayra (lugar para bagatelas), o sea, también muy de aquí, que durante dos siglos fuimos mitad mozárabes y la otra mitad aluvión llegado de todo lugar que se sometió a su liturgia (imperó el rito mozárabe en toda esta tierra), acudiendo a las misas que decían ellos y comulgando con sus melodías, su jerga y su sagrada regla de «hombres, delante; mujeres, al fondo o a un lado y tras celosía o tabique de tapiz colgado», aunque con el tiempo, el cazurro se desentendió de ese protagonismo, logrando que las paisanas se adelantaran a los bancos primeros de la iglesia para poder refugiarse él en lo más trasero, bajo el coro, donde está lo oscuro y se puede reburdiar, pasar de sermones, sestear y hasta echar un pitillo si toca ese día sahumerio de incienso y cuela el humo.
Viene la faltriquera a cuento de la definición insuperable de «leonés» que debió escuchar el abuelo Lombas a algún paisano de su Villasimpliz o de la Tercia, y de su boca la propagué: «Leonés: Paisano con boina detrás de una sebe». Aunque me cuelgan el sambenito, insisto en que no soy el autor de este agudo retrato, no alcanzo a tanto ingenio, pero siempre creí que no es justo tener definido sólo al leonés y no a la leonesa. Igualdad al canto. Y después de algunas vueltas intentando pillar un buen conceto por el rabo, elevo a la autoridad académica mi propuesta, que aquí echo a rodar esperando que ahora la culpa se la echen a Lombas y así empatemos la partida: «Leonesa: Paisana con faltriquera detrás de... todo».
Recuerda que Julio Caro Baroja se admiró aquí con un matriarcado cazurro que dejaba pálido el poderío de la mujer vasca que él tanto estudió.