Redimir al cautivo
E sta obra de misericordia nos recuerda el carisma de los Mercedarios y de los Trinitarios, que dedicaron su vida a la liberación de los cristianos que caían prisioneros de los musulmanes y de los turcos. ¿Qué podría significar esta obra de misericordia en este tiempo?
Por desgracia, las cárceles no han desaparecido con el tiempo, sino que se han multiplicado. La injusticia humana garantiza la libertad de los ricos y poderosos, mientras encarcela a los más pobres e indefensos. Tras el antiguo proletariado, surgen nuevas formas de cautividad que explotan a las mujeres y a los niños en trabajos clandestinos o en la mendicidad organizada.
En la Biblia se relata el injusto encarcelamiento de José en Egipto (Gén 39,20-23). Sansón es metido en la cárcel por los filisteos (Jue 16,21) y Daniel es arrojado al foso de los leones (Dan 6,17). El salmista evoca el dolor de los deportados a Babilonia, que se ven obligados a cantar para divertir a los que los habían deportado (cf. Sal 137).
Al inicio de su vida pública, Jesús hace suyo un texto del libro del profeta Isaías para proclamar en la sinagoga de Nazaret que ha sido ungido para proclamar la liberación a los cautivos (Lc 4,18). El mismo Jesús se identificará en el juicio final con los cautivos y los prisioneros: «Estuve preso y vinisteis a verme» (Mt 25,36).
Meditar sobre la situación de los prisioneros puede ayudarnos a ver el lado oscuro de nosotros mismos. De una forma o de otra, todos nosotros somos culpables. Así pues, esta obra de misericordia, que exhortaba a los antiguos a redimir a los cautivos, nos ayuda a redescubrir nuestra honda verdad más profunda.
En estos tiempos, los prisioneros de guerra son numerosos y, con frecuencia, son víctima de vejaciones o se ven privados de sus derechos, reconocidos por convenciones internacionales. Tanto los cristianos como todos los ciudadanos tenemos ahí un amplio campo para practicar esta obra de misericordia. Podemos hacerlo por medio de nuestra acción directa o mediante la presión política y mediática.
Además, hoy vemos que han surgido nuevas cárceles y nuevas formas de cautividad, como la prostitución organizada, la pedofilia, la importación de personas por parte de las mafias. Pero también las encontramos en las organizaciones de producción y de servicios que cuentan con una mano de obra cautiva y barata, mantenida en condiciones inhumanas.
Finalmente, descubrimos cada día nuevas adicciones a todo tipo de drogas y formas de violencia. Por esas cadenas son muchas las personas que pierdan su libertad y han sumido a las familias en un abismo de dolor. Así que liberar a los cautivos no es una tarea de otros tiempos. Esa obra de misericordia significa e implica en estos tiempos imaginar y promover nuevas formas de atención a los esclavizados de este mundo.