Manos sucias

Manos blancas no ofenden, manos limpias a lo sucio tiran y manos verdes... de otra mano van cogidas.

Manos blancas son mujer.

Manos limpias son mentira.

Y manos verdes... ¿?...

«Desconfía de los que se lavan mucho las manos -decía Ambrose Bierce- y de los que dicen leer la Biblia por su estilo literario».

Ciento sesenta premios Nobel están dispuestos a demandar por crímenes contra la humanidad a los ecologistas empecinados en prohibir alimentos modificados genéticamente, en especial el «arroz dorado» del que depende la vida de un millón de niños al año, al ser para muchos países pobres la única fuente de una vitamina A y un beta-caroteno que paliarían esas carencias alimentarias que llevan, entre otros males, a la ceguera infantil.

Si los argumentos ecologistas son profusos, la réplica científica no presenta menos profusión; y en esta refriega el peatón se pierde con tanto fárrago, concluyendo que unos y otros habrán de tener razones poderosas y, seguramente, honestas. O quizá no, viendo cada vez más exaltados, tipos categóricos, estrellitas mediáticas. Porque ese peatón escaldado ya sabe que en estos casos ha de preguntarse: ¿qui prodest?, ¿a quién beneficia cada cual?... pues últimamente ve en el ecologismo intransigencias, creencias inamovibles o posturas cerriles como en los creacionistas (un yanqui de esos se hecho un arca de Noé y sale en los telediarios). El peatón se pregunta si el buen ecologista tiene siempre la certeza de no estar oscuramente activado... o directamente financiado... ¿es que no hay grupos económicos cabreados por no controlar el cultivo del arroz dorado cuando se apruebe y regule?... ¿y no hay oenegés o colectivos que, luciendo una honorabilidad altruista, ocultan intereses bastardos, cuando no pura delincuencia que atraca la buena fe que el pueblo ingenuo suele otorgar?... ¿no ha ocurrido así con ese sindicato Manos Limpias que iba de puro dechado de virtudes para poder amparar a una verdadera cuadrilla de Manos Sucias, puritísimos salteadores?...