Alergia, la gran olvidada
Las alergias y las intolerancias sea multiplican cada año. Cada día más personas son diagnosticadas. La sociedad se ha involucrado y comprometido con las intolerancias. En tiendas podemos encontrar productos sin lactosa o sin gluten, pero ¿qué pasa con las alergias? ¿Hay empatía con estas personas?
Rebeca G. Mijares | león
La alergia y la intolerancia son cosas muy diferentes. Mientras la intolerancia tiene consecuencias muy graves a largo plazo, las alergias ponen en peligro la vida de los que las sufren en cuestión de minutos. En la sociedad actual cada día es más habitual encontrar a personas que no pueden consumir unos u otros alimentos.
Los celiacos no pueden comer alimentos o bebidas que llevan esta glicoproteína. Esto limita mucho su alimentación. Grandes supermercados y la rama hostelera cada día se actualizan más en este ámbito ofreciendo productos sin gluten o sin lactosa, por ejemplo. Sin embargo, otro problema que crece día a día son las alergias y éstas no gozan con la empatía que poco a poco, y con esfuerzo, alcanzan las intolerancias. Varias madres de niños que padecen alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) acentúan que no es lo mismo que alergia ni intolerancia a la leche «muchas veces, en el mundo hostelero, creen que todo es lo mismo y a pesar de haberles dicho que es alergia a la proteína de la leche de vaca te ofrecen productos sin lactosa. Estos productos podrían matar a mi hijo». «Hay mucha desinformación y cada día más casos, no es normal».
Esta clase de alergias, que puede la muerte en tan sólo 20 minutos, no se conocen y como consecuencia no se entienden. En ocasiones a pesar de tener acceso a la información la gente no empatiza con esta clase de afección. «Nos sentimos un poco abandonados». Elena Lainez, madre dos niños APLV, cuenta que el principal problema con el que se toparon fue «la incomprensión de familiares y amigos, que minimizaban la gravedad de las reacciones de nuestros hijos (con antecedentes de anafilaxia), la falta de empatía y concienciación a pesar de la mucha información que les hicimos llegar».
La situación engloba más ámbitos que el alimenticio. También afecta en lo económico. «El presupuesto económico familiar se ha visto mermado considerablemente por el sobre coste al que nos enfrentamos para poder comprar alimentos aptos para nuestros hijos y para mí. Al estar dando pecho a mi hijo, sigo la misma dieta, ya que reacciona a las trazas que pasan por la leche materna», relata Elena.
La alergia a la proteína de la leche de vaca es la principal alergia detectada en bebés. «Hasta los dos años la Seguridad Social te proporciona leche para el bebé, pero a partir de ahí tienes que apañartelas. Los botes que están a la venta tienen un precio de 33 euros y una duración de tres o cuatro días», asegura Noelia Alonso.
La vida social de estas personas cambia radicalmente una vez son diagnosticadas. En el caso de la aplv, la mayoría de las madres denuncian que en muchos casos llega a incluso a ser «exclusión social». La familia de Elena se ha visto en esta tesitura: «Nos hemos sentido excluidos de celebraciones y actividades. La salud y bienestar emocional de nuestros hijos se ha visto seriamente comprometida por la falta de empatía». Celia Doñoro lamenta las limitaciones que vive día a día debido a la poca empatía social que hay con el tema: «Ahora en verano, tiempo de piscina y chuches, tener que llevarte al bebé a casa porque los gusanitos, patatas, etcétera, que sacan las mamás para compartir no son aptos. Es imposible controlar si toman o se rozan con uno». Los parques infantiles son «campos de minas», según Noelia Alonso. «Entiendo que es un problema nuestro, pero no hay nada de conciencia social», explica. Clara, mamá de Henara cuenta lo difícil que resulta «concienciar a los niños de que ellos no deben comer cosas de los demas y viceversa. Si se es explica de manera divertida lo comprende y son muy responsables
«Solo tenemos que prestar atencion y que la gente nos preste atencion y todo irá guay», dice la pequeña Henara.