Diario de León

«Señor, perdón por tanta crueldad»

El camino silencioso de Francisco entre la crueldad de Auschwitz El papa concluye su visita a los campos de exterminio nazis visiblemente serio y concentrado.

El papa entra solo y con semblante serio al campo de refugiados Auschwitz. OBSERVATORE ROMANO

El papa entra solo y con semblante serio al campo de refugiados Auschwitz. OBSERVATORE ROMANO

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cristina cabrejas | Auschwitz

El papa Francisco, completamente solo, atravesó con su ya habitual andar cansado el cartel en hierro forjado con la frase ‘Arbeit macht frei’ (El trabajo os hace libres) en la entrada en Auschwitz y comenzó así su recorrido silencioso.

Nunca el silencio fue más elocuente. Con su decisión, al contrario de sus predecesores, de no pronunciar ningún discurso y sus largos momentos de recogimiento, se respiró el drama de aquella locura nazi que llevó a exterminar a 1,1 millones de personas en los campos de Auschwitz y Birkenau y a 6 millones de judíos durante la II Guerra Mundial.

Francisco recorrió en un coche eléctrico las calles entre barracones de ladrillos del campo, donde sólo un pequeño grupo de medios de comunicación y una delegación vaticana pudo seguir la visita a Auschwitz.

Su primera parada fue frente al patio donde se llamaba a los condenados a muerte y donde el sacerdote polaco Maximiliano Kolbe ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia que iba a ser asesinado.

Francisco se sentó en un banco y permaneció con los ojos cerrados y en profundo recogimiento y besó y acarició uno de los postes de madera que servían para las ejecuciones.

Serio y concentrado, se trasladó al bloque 11, donde se encontraban las celdas subterráneas en las que se encerraban a los condenados a muerte y donde saludó a once supervivientes y accedió al edificio de ladrillo del bloque 11 de Auschwitz, que alberga la celda subterránea en la que Kolbe murió de inanición. Permaneció en este lugar solo, rezando durante aproximadamente diez minutos, en medio de una leve penumbra, sentado en una silla, cabizbajo y con la puerta enrejada abierta a sus espaldas.

Las únicas palabras las dejó escritas en el libro de Honor de Auschwitz. Dos líneas, escritas en español, con abajo la firma ‘Francisco’ y la fecha de ayer: «Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad».

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