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Campanas en la era del whatsapp

Villavante celebra el trigésimo encuentro de campaneros el próximo domingo. La localidad ha invitado a setenta expertos en una tradición cada vez más exótica por su escasa representación. Trescientas personas saben tocar las campanas en León, menos de la mitad que hace tres décadas. La escuela de campaneros trabaja para que el mensaje de las campanas sobreviva al whatsapp.

Jorge Juan Fernández y Santiago Calderón, el veterano campanero mayor, de 93 años, ayer en Villavante, trabajan para mantener la tradición en la provincia. MARCIANO

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León

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Carmen Tapia | León

«En los pueblos puede fallar Internet o te puedes quedar sin datos en el móvil, pero las campanas siempre están ahí, no fallan». Jorge Juan Fernández es profesor el la Escuela de Campaneros de Villavante, localidad que este domingo celebra su trigésimo encuentro de campaneros, una cita a la que están invitados 70 expertos en el arte del repique. Trescientas personas saben tocar las campanas en León, menos de la mitad de las que lo hacían hace tres décadas. Un lenguaje universal en los pueblos que el éxodo de población y la escasez de actividad ha reducido al arte de lo exótico. El mensaje de las campanas era, hace cien años, el whatsapp de los pueblos. Variedad de sones y motivos alertaban de fuego, fiestas, concejo o muerte. «Es algo que está en nuestras entrañas. Ha sido el instrumento de comunicación de toda nuestra historia», recalca Fernández. Este diácono de 26 años es el leonés más joven que domina el arte del tocar las campanas. Santiago Calderón, de 93 años, es el veterano. «He tocado las campanas toda la vida», explica el campanero mayor. «Aprendí de niño y sigo tocando las campanas aunque ya estoy hasta algo sordo». Este año volverá a tocar en el encuentro de campaneros de su localidad. «Ahora tenemos campanas móviles porque ya no puedo subir al campanario». Santiago acudía todos los años a ‘ajustar’ las campanas, un concejo que nombraba por subasta al vecino encargado de esta tarea durante todo el año, trabajo que se asignaba al que cobraba menos.

En Villavante, una localidad agrícola y ganadera, la habilidad del pulso del campanero tenía la misión de dar cuatro toques al día, salvo urgencias mayores: Alborada, al amanecer; Ángelus, a mediodía para hacer un descanso en el trabajo del campo y rezar; Oración, el toque al anochecer para que los vecinos se recogieran del trabajo; y Vecera, para que los vecinos sacaran el ganado a la calle. Cada toque lleva una melodía asociada y cada campana está asociada a un santo. Las campanas de Villavante están inscritas al Sagrado Corazón y la Virgen de las Candelas. El campanil de 1.700 está asociado a Jesús de Nazaret.

«Las campanas son cultura y entenderlas es de personas cultas porque está dentro de la tradición y el folclore», asegura Fernández, que desde niño utilizaba dos piedras y un hierro para repetir el repique que escuchaba desde la iglesia.

Al encuentro del domingo asistirán expertos de Zamora, Salamanca, Burgos, Asturias, Galicia, Madrid, País Vasco y Barcelona. «Aunque es el mismo lenguaje, ninguna campana suena igual, es como el acento de cada zona». Lo que más se valora en el encuentro es la «fraternidad y el intercambio», además de la demostración de la riqueza de los toques.