73ª EDICIÓN DE LA MOSTRA
Fassbender y Vikander sufren en Venecia
La pareja presenta en el festival la desoladora 'La luz entre los océanos', de Derek Cianfrance
A lo largo de su corta pero -exageradamente- aplaudida carrera, el director Derek Cianfrance se ha especializado en escenificar el sufrimiento. En 'Blue Valentine' acompañaba a una pareja que se convertía en familia y luego se desintegraba; y en 'Cruce de caminos' retrató a dos generaciones envueltas por completo en la miseria. Ambas eran películas rodadas con gusto, impecablemente interpretadas y descaradamente diseñadas para dejar al espectador por los suelos, pero en todos esos aspectos eran poca cosa si se comparan con la que ha presentado a concurso en Venecia, 'La luz entre los océanos'.
Protagonizada por una de las parejas de Hollywood del momento, Michael Fassbender y Alicia Vikander (su presencia en la Mostra ha desatado la locura entre fotógrafos y curiosos), es la historia de un hombre que regresa a una aldea de Australia tras combatir en la primera guerra mundial, obviamente traumatizado. Acepta un empleo como farero en una isla remota convencido de que la soledad le proporcionará cierta paz, pero no tarda en enamorarse de una joven y casarse con ella. Sus primeros meses en la isla son todo placer pero primero un aborto y después otro hacen que ella pierda las ganas de vivir, al menos hasta que un día el mar les trae a un bebé metido en una barca. Él insiste en informar a las autoridades, pero finalmente ella lo persuade para que se lo queden como si fuera suyo.
SITUACIONES IMPROBABLES
Cianfrance trata de presentar las complicaciones derivadas de esa premisa como un drama moral, pero para funcionar como tal la película no debería abusar de situaciones improbables y personajes que toman decisiones estúpidas simplemente porque el guión así lo necesita para elevar el dramatismo y la angustia y el tormento emocional. Para contribuir a ese fin, la película intercala primeros planos en los que los actores ensayan el tipo de mirada perdida que pie a gritos un Oscar con panorámicas del mar embravecido y el horizonte grisáceo, a lo que da cohesión la taladrante partitura de Alexandre Desplat, que además es coproductor de la película y por tanto doblemente culpable.
Cianfrance finge contención dramática a través del tacto con el que rueda tanto personajes como paisajes pero en realidad 'La luz entre los océanos' soporta en todo momento la carga de la tristeza, y la gravedad, y la tragedia. No nos da un momento de respiro: es tan desoladora, y se da tantos aires de seriedad, que acaba parodiándose a sí misma. Y la obviedad con que trata de manipular los sentimientos del espectador quizá satisfaga a quienes van el cine con el objetivo primordial de llorar, pero para el resto resultará más bien irritante.
WENDERS Y ARANJUEZ
A 'Los hermosos días de Aranjuez', también presentada a concurso, al menos hay que reconocerle dos cosas: que incluye un cameo de Nick Cave y que para su director, el alemán Wim Wenders, supone un nuevo reto artístico. En esta ocasión, el que fuera considerado rey de la 'road movie' aisla la acción en un escenario único. Se trata del jardín de un 'chateau' parisino, en el que una mujer le cuenta a un hombre los encuentros eróticos de su vida y él le habla a ella de sus visitas a Aranjuez y de aves y árboles y Wenders, mientras tanto, lo captura todo en 3D (¿qué sentido tiene rodar una conversación en ese formato?). Si el soporífero resultado se acerca peligrosamente a una parodia del cine de arte y ensayo es en buena medida culpa del austriaco Peter Handke, autor de la obra homónima en la que la película se basa (es la quinta vez que Wenders colabora con él) y, por tanto, de los diálogos barrocos, emperifollados y fatuamente liricos que la lastran.