Diario de León
Publicado por
CORNADA DE LOBO pEDRO TRAPIELLO
León

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M uerden todos por defender su identidad... o por crearla... y finalmente, por separarla... ladran los quietos mastines en su cerro acomodado... abajo, alborotan la quietud del rebaño los careas insidiosos del correveidile lanzando mordiscos al cadril de las borregas... reagrupemos el rebaño nacional, dice el ladrido del líder... el pasado, la sagrada historia, nos concede reino propio, somos particulares... y somos nación... ¡a por ella!

Cada ochenta años le toca a España crujir y ensayar desmembramientos traumáticos (al menos los portugueses lo hicieron de una vez y concluyó esa matraca rutinaria de la que aquí no salimos)... cada ochenta años: lío, fueros, espingardas, esteladas, mi pendón... y todo, para sacar más dinero, que con él se vino arreglando siempre la cosa soberanista, la fiebre secesionista o los cañonazos de independencia.

La nación, por encima de todo (y la patria chica, antes que nada).

¿Qué es tu tierra para ti? , me preguntaron con retintín hace días en un corro escolar... ¿mi tierra?... pues eso, tierra, la tierra, este suelo donde los genuinos leoneses fueron líquenes, árboles, pájaros, animales... una tierra a la que mucho después fue llegando gente que conquistaba, arrasaba y avasallaba adueñándose de cuanto podían y quitándoles su sitio a todos para decir que «pa leonés, yo y mis cojones»... en esas estamos todavía, escriturando ese título, cosa que se arregla con un escribano en piel de borrego y un cronista oficial que lo ponga en verso, en himno y en pendón.

Al presentar su ensayo «Nuestro desamor a España », Juan Pedro Aparicio vino a decir que la historia está contaminada de certezas tuertas, es decir, que hay que revisarla; y va y se apunta... Sócrates reburdió como era de esperar: «la obsesión por la historia delata gente de presente ruinoso incapaz de tener futuro y que tira de legajo muerto o de impostura para exigir una vida pensionada a la que se cree con derecho por venir de linaje noble... una pérdida de tiempo... la única patria cierta no viene de títulos pasados, sino del trabajo, del conocimiento y del amor... lo demás es vagancia y privilegio».

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