Diario de León

La piel junto a la piel

El diseñador leonés Santiago del Palacio convierte a su hermano César en acontecimiento en su nueva colección.

Mar Flores, en el centro con blusa dorada, acudió al desfile de Santiago del Palacio en el Casino de Madrid. RAQUEL P. VIECO

Mar Flores, en el centro con blusa dorada, acudió al desfile de Santiago del Palacio en el Casino de Madrid. RAQUEL P. VIECO

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pacho rodríguez | madrid

A César seguro que le hubiera gustado. Sin llegar a salir a saludar, pero sí partido de risa entre bambalinas con lo de ver su nombre en los carteles. Fijo que muy orgulloso de, y con, Santiago del Palacio, su hermano un poco más pequeño; el ideólogo de todo esto que pasó ayer en Madrid. Ellos, de smoking, ellas, de traje largo.

Santiago del Palacio, un Balta, para delimitar el área en Santo Domingo, León, revolucionó y rescató, ayer en Gran Vía y la calle Hortaleza, el espíritu social de la capital. La colección que presentó llevaba el nombre de César, con la participación destacada de Teresa de la Pisa. Ocurrió en el Casino de Gran Vía, número 24. Y Del Palacio triunfó con una idea en la que casi es pionero, y en la que lleva tiempo, como es la de que la piel no es el todo, sino parte de la prenda, del cuerpo, de la imagen por dentro y por fuera.

Dice Santiago del Palacio, aunque todo lo que hace lo hace en León, que se debería acentuar el espíritu crítico en la ciudad y provincia para que el talento propio no sea siempre contenido exiliado. Y para demostrarlo, ponía de ejemplo a Carlos Quindós, encargado de la dirección del evento, y que es un arquitecto leonés afincado en Bilbao.

Se perseguía lo que se consiguió: una noche mágica. Y si no, ahí al lado estaba Chicote para arreglarlo. Porque la idea de César, como título del desfile, era proponer una velada espectacular. En un edificio como el del Casino en el que, en los años 20 del siglo pasado, Alfonso XIII, «su majestad», que matiza y obliga Quindós, celebraba sus más importantes actos sociales. Esa era la parte externa. Pero la interna, en palabras de Santiago del Palacio, era tocar la fibra. La que a veces no se toca por respeto, por no herir o por no vaya a ser que se sienta o se resienta. En este caso era lo primero. Y ahí está el lado fraternal que reivindica Del Palacio en una colección en la que la sencillez y elegancia van tan de la mano, como atenta, a que tenga cabida en estos tiempos. Y lo que le sale a Del Palacio es piel y paño. Juntos. Y dice: «Lo que ha salido, parte de lo que he concebido, pero viéndolo ahora, se define mejor que si lo hubiera escrito».

Y viendo el desfile, por un largo paseo por el salón principal del Casino de Madrid de Gran Vía, también pasa el resumen de la carrera de un creador que lleva años dedicándose a la delicadeza de lo exclusivo. Porque Del Palacio es de los que cree que el negocio es una carrera de largo recorrido: «Creo que lo me salva de la quema es la creatividad. Y ahora hay mucha quema», asegura, en referencia a que nunca se ha quedado parado a esperar ni al cliente ni a que los diseños salgan solos. Y por eso compone, como ayer, el uso de la piel como algo excepcional que se combina con lo cotidiano.

Y hay una referencia al César Emperator que él atrae hasta León en el recuerdo de su hermano. Que fue una vida truncada pero también una huella que muchos recuerdan con tan sólo mencionar su nombre. Y es aquí donde se manifiesta la bonhomía compartida. Pero, como dice el propio Santiago del Palacio: «Esto no es más que un negocio que hay que hacer lo mejor posible. Cada uno pone sus valores», asegura. Y lo que le salió ayer fue un encuentro en el que se combinaba el arte con lo exclusivo. El encaje de prendas que pasan de los 1.000 euros para empezar a hablar. Que aleja de muchas perspectivas, pero también acerca la idea de empresario que crea empleo para llevar a buen puerto sus proyectos y que se impone como mandato que León sea el puerto de atraque. Tal vez esa sea la fusión de la que hablaba ayer Del Palacio en una noche madrileña en la que de lo que se trataba era de que la piel no se separara de la otra piel, la de verdad. Que es la que le lleva a acordarse de su hermano César. Aquel César divertido, lleno de amigos, siempre tan querido, que estudiaba en San Claudio para aprender un futuro que se merecía tanto como los demás.

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