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EL ABANICO ROSA VILLACASTÍN
León

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A sus 65 años y cinco hijos, Isabel Preysler sigue siendo una de las mujeres más admiradas de nuestro país. No solo porque se ha enamorado del flamante Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, también porque ha logrado lo más difícil, el respeto de la prensa, incluso de aquellos que como Jesús Mariñas o Peñafiel, se han rendido a sus encantos, a sus modales y educación. Es curioso que después de tantos años en el candelero, no se la conozca un mal gesto cuando es abordada por los paparazzi en la calle o a la salida de su casa o, como cuando ocurrió este verano, le cazaron en un hotel de lujo sin una gota de maquillaje, con unos sencillos leggins y una camiseta de manga corta. Señal inequívoca de que se encuentra a gusto en su propia piel, a una edad en la que la mayoría de las mujeres comenzamos a mostrar nuestra preocupación por el físico, por las secuelas de la menopausia, por las arrugas o las cartucheras.

Lo demuestra el que dos días después de que apareciera en la cena ofrecida por Rolex-Rabat, que tuvo lugar en el Florida Retiro —antiguo Florida Park— la pregunta de la mayoría de mis amigas y conocidas era: ¿Qué hace esa mujer para estar tan guapa? ¿Cuál es su secreto? La respuesta se la ofreció Isabel a los periodistas que acudieron a la inauguración del nuevo espacio de la joyería Rabat del que es imagen: «Me encuentro en un momento muy bueno, de paz, muy feliz... estoy encantada».

Palabras que pueden sonar a un puro trámite, pero que estoy convencida de que le salen de lo más profundo de su corazón, pues no hay más que verla para comprender que se encuentra en un momento dulce de su vida.

Obviar que Isabel se ha sometido a algunos tratamientos estéticos sería negar la realidad, pero son muchas las mujeres que conozco que gastan ingentes cantidades de dinero para mejorar su aspecto y solo lo consiguen a medias. El secreto de Isabel es que es metódica en cuanto a alimentación y ejercicio físico se refiere. Lo que no le impide darse algún que otro atracón de chocolate cuando se reúne los viernes a comer con sus amigas.