SANIDAD
El cuerpo sufre la pérdida de luz vespertina
Las personas sanas se adaptan al horario otoñal en un par de días, aunque perciben la pérdida lumínica
La pérdida de luz en las horas vespertinas que experimentarán los ciudadanos de medio mundo a partir del domingo, cuando se imponga el horario otoñal que recorta en 60 minutos la luz natural de las tardes, desagrada a una parte importante de la población, como desagradará a una parte importante de la población el regreso al reloj primaveral, cosa que sucederá el último domingo de marzo. Entonces, se perderá luz matutina. Así lo aseguran quienes investigan el efecto en el cuerpo humano de esas oscilaciones horarias y lumínicas.
El organismo humano regula el ritmo de sus centros biológicos y hormonas en función de los periodos de luz natural -fase de actividad- o noche oscura -el descanso-, unos ciclos que el organismo reinicia cada 24,5 horas. “Esos 30 minutos excedentes permiten a los biorritmos fisiológicos mover la horquilla adaptativa y evitar que si, por ejemplo, salimos a cenar una noche y llegamos tarde a la cama, ese retraso nos suponga un desequilibrio insuperable”, explica Antoni Bulbena, adscrito al Hospital del Mar, director del departamento de Psiquiatría de la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del efecto que la luz natural o artificial ejerce en las personas.
LA LÁMPARA GRATIFICANTE
La luz derivada del sol, o la proporcionada por lámparas de alta potencia en lux -unidad lumínica-, tienen una influencia determinante en la vida de los humanos, asegura Bulbena, que encuentra muy acertada la decisión de los gobiernos balear y valenciano de oponerse al cambio horario otoñal. “Adaptar los ritmos biológicos al cambio de hora otoñal no siempre es fácil: algunas personas necesitan hasta 10 días para conseguirlo -asegura el psiquiatra-. Les ocurre lo mismo a muchos españoles cuando van a trabajar a Gran Bretaña. Sufren un síndrome que se llama trastorno afectivo estacional, que se traduce en la necesidad de un cierto aislamiento social y el deseo de comer más carbohidratos de lo habitual, entre otras cosas”. A estos síntomas, añade, se suelen sumar una desagradable hipersomnia -sensación constante de tener sueño-, pesadez mental, lentitud de movimientos y la percepción de estar anímicamente hundido. “Es una especie de hibernación, como les sucede a los osos polares en invierno”, sintetiza Bulbena, que trata a algunos de sus pacientes entristecidos, o deprimidos, con periódicas sesiones de exposición a unas lámparas que emiten 10.000 lux de potencia.
“La luz es un estimulante natural que aumenta tanto el apetito como la actividad sexual”, indica. “A la gente no le gusta que, de un día para otro, se les reduzca en una hora la luminosidad de las tardes -concluye Bulbena-. Solo sería aceptable si existiera una idea muy clara de que ese cambio mejora la vida de las personas. Pero creo que el beneficio es únicamente industrial”.
De forma general, médicos y psicólogos minimizan la incidencia que el inminente cambio horario ejercerá en las personas a partir del domingo. “Quien está sano, se habrá readaptado en un par de días, como mucho”, afirman