«Para bajar a la mina hay que ponerse calzoncillos porque es la ropa que hay»
Ni miedo, ni discriminación. «Me he sentido más segura en la mina que en la carretera y conduzco y me encuentro muy bien ahí abajo», asegura Concha Casado Sulé. En cuanto al trato con los mineros, «siempre me he sentido muy a gusto y nunca tuve ningún problema con ellos ni con los jefes», subraya. «Me conocían porque en la empresa te sacaba una entrevista en Hornaguera cuando entrabas y muchos habían sido compañeros de estudios», señala. «Hay que trabajar, claro, si no haces bien tu trabajo los primeros que te rechazan son los jefes», añade. Más atraso en cuestiones de igualdad encontró en Alemania, donde conoció a la primera joven que se pudo matricular en Minas en 1991 durante una estancia como estudiante en Berlín. «Cuando fuimos de viaje de fin de carrera de la ingeniería ténica pensaban que éramos las novias de los chicos o las esposas de los ingenieros técnicos», comenta como anécdota. Eso sí, para bajar a la mina, aún a día de hoy, «hay que ponerse calzoncillos porque es la ropa que hay». «Ha quedado como una tradición». Lo que sí hay son vestuarios diferentes.