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¿Ha llegado el fin de la lógica fálica?

En su último libro, Luis Salvador López defiende que el mundo del inconsciente se mueve hacia una virilidad femenina.

Luis Salvador López. JESÚS F. SALVADORES

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León

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cristina fanjul | león

«El funcionamiento del mundo sigue una lógica fálica cuestionada por las mujeres del siglo XX. La pregunta que nos tenemos que hacer es si el reproche de las mujeres se construye en el nombre de la feminidad o de una nueva virilidad femenina».

El psiquiatra Luis Salvador López presenta el jueves en el Aeroclub (sede de Santa Nonia) la segunda parte de su obra El infierno de los malditos. Conversaciones con el mal, una obra en la que bucea en el inconsciente del malestar del individuo. El psicoanalista comienza la obra con la reflexión de San Agustín en la que éste subraya que Dios, antes de hacer el cielo y la tierra, preparaba el infierno «para los que quieren conocer los misterios profundos». Al final de la obra anterior, se preguntaba el padre de la Iglesia si el cristianismo sería capaz de perfilar un nuevo mundo, una pregunta que aún está en cuestión por la propia naturaleza del inconsciente. Y es que, como Luis Salvador López afirma: «Los ideales van en contra de la pulsión humana». Para demostrar esta teoría, el psicoanalista ha alumbrado un estudio de cinco grandes personajes históricos en un recorrido histórico que va desde la Edad Media hasta la Modernidad a través de Inocencio III, Maquiavelo, Don Juan, el marqués de Sade y Rimbaud. Inocencio III da origen a las teorías políticas que tratan de instaurar el bien a cualquier precio. «Inocencio III quiso implementar el ideal llevado a sus últimos extremos», manifiesta el psicoanalista, que manifiesta que este papa no fue un psicótico. «Puede que un megalomaniaco dentro del contexto de un neurótico», precisa. El Renacimiento se abre con los análisis de Maquiavelo, que comienzan a intuir la modernidad: «Maquiavelo defiende que cuando una persona tiene la idea de conseguir algo, los medios deben ajustarse al fin, pero si no es así, entonces los medios pueden desajustarse al fin para lograr ajustarse al final».

Y es precisamente en este momento cuando Luis Salvador introduce la dialéctica de sexos: «De nada me sirve pensar que la hostilidad de Maquiavelo es el odio de una época, o quizá de toda la historia, hacia la feminidad… ¡Nada de eso me sirve ahora! Porque para nosotras, no lo olvide, los hombres siempre han sido nuestro infierno más próximo...» Es Marietta la que habla, la mujer de Maquiavelo, la que introduce la semilla que introduce al siguiente perfil: Don Juan, el personaje creado por Tirso de Molina, en cuya lógica subyace la idea de que él libera del encorsetamiento de las normas religiosas, con lo que nos hace más libres. Junto a él, doña Inés, «la defensora del amor a ultranza; arquetipo responsable de que el hombre sea el infierno de la mujer». Luis Salvador precisa que doña Inés es un personaje de la Contrarreforma, que hace del amor la unidad de lo sublime. «Contra doña Inés, aparece la mujer que ya no cree a don Juan, la mujer que toma revancha hasta el punto de identificarse con la lógica masculina», sostiene.

El psicoanalista subraya que la sociología no cambia el subconsciente de cada uno, pero la pregunta que surge es si ha modificado el psiquismo o hay, a pesar de todo, un nuevo malestar en la mujer. Y es que en el psicoanálisis se defiende que hay un tipo de mujer que necesita la palabra de amor del hombre. «Esa visicitud le puede llevar al estrago», precisa el autor, que añade que en la actualidad muchas mujeres se identifican con la lógica de los hombres. «Hay una lógica macho y una hembra a nivel del inconsciente. La particularidad que tenemos es que ser hombre o mujer no está dotado en los genes sino que se construye en la lógica del inconsciente», defiende el escritor. En este sentido, el psicoanálisis demuestra que el funcionamiento del mundo ha seguido una lógica fálica cuestionada por las mujeres en el siglo XX. Luis Salvador considera que la impresión de los expertos es que en esa lucha hay algo de lo genuinamente femenino que se está perdiendo porque «lo femenino también forma parte de los hombres». En este contexto aparece Sade, el «esclavo del goce, el esclavo del otro». Luis Salvador asegura que el nuevo mundo en el que nos hace desembarcar el marqués de Sade es el de la oferta del malestar, «el goce sin límite». «Sade es un militante del otro», afirma Luis Salvador López, que añade que en eso consiste ser ateo. «Introduce un superyo muy exigente en pos del goce, por eso es un paladín de la modernidad». Por último, el escritor finaliza el libro con Arthur Rimbaud, con el que realiza un viaje al infierno para dilucidar una respuesta a la pregunta de por qué dejó de escribir. «He tratado de mostrar su infierno particular que, en cierta manera, convoca a todos los poetas en la búsqueda de lo absoluto y los límites de la literatura», manifiesta el psicoanalista.

Luis Salvador López recuerda que hay que desalienarse de los significantes a los que estamos atados para lograr rescatar lo propio. La pregunta es cómo...