Mi vida al lado de una persona alcohólica
Más de 50 familias de varias provincias se dan cita mañana en León reunidas por Al-Anon, la asociación de familiares y amigos de personas alcohólicas. El alcoholismo es una enfermedad que deja secuelas no sólo a quien la padece. Mujeres, madres y hermanas se agrupan para superar las secuelas piscológicas..
carmen Tapia | león
«En las primeras sesiones estaba callada, no me atrevía a hablar, sólo lloraba. Empecé a ir a Al-Anon porque estaba desesperada. Mi marido iba a Alcohólicos Anónimos pero yo me resistía. Un día mi hija de cuatro años me dijo que ya llevaba tres meses asistiendo a los grupos. Le pregunté que por qué estaba tan segura y me contestó que era justo el tiempo que hacía que ya no le gritaba. Entonces supe que la enfermedad de mi marido era como un elefante en medio de mi casa».
TELÉFONO DE AL-ANON
660 307 294
El teléfono de la asociación está disponible las 24 horas
Son voces anónimas de mujeres, madres, hijas y familiares que sufren y padecen las secuelas de la misma enfermedad. El alcoholismo se lleva por delante a familias enteras en León. Hace seis años, familiares leoneses fundaron Al-Anon y mañana lo celebran con una reunión abierta a la que asistirán más de cincuenta familias procedentes de León, Burgos, Aranda de Duero, Valladolid, Asturias y Madrid. El encuentro será en los salones de la parroquia Santa Ana a las 12.00 horas, un lugar de reunión habitual de Alcohólicos Anónimos una vez a la semana.
Al-Anon ofrece ayuda a los amigos y familiares de bebedores con problemas de alcoholismo. «Es una enfermedad familiar». El anonimato es una de las claves de funcionamiento. «En nuestras reuniones no hay profesionales que nos dirijan. Somos personas que hemos sufrido la enfermedad de nuestros familiares y contamos nuestra experiencia para que sirva de ayuda a otras personas».
El testimonio de las familias tiene una argumentación común. «No era consciente de la enfermedad de mi marido. Las peleas en casa eran constantes. Mis hijos se daban cuenta de todo y yo creía que no. Un día mi hijo, muy pequeño, me preguntó que a qué hora había llegado su padre y le dije que pronto, pero él me corrigió: ‘No, llegó muy tarde’. Ahora los dos, mi hija y mi hijo, ya adultos, tienen el mismo problema con el alcohol. Dicen que es una enfermedad hereditaria. Y repiten patrones. Fue muy fuerte para mí descubrir que mis hijos tenían la misma enfermedad que su padre». En las reuniones ha aprendido a aceptar, a no acusar.
«Yo sufría de desconfianza, de negación, estaba perdida en el mundo. Al grupo vamos para empezar a recuperar».
Ninguna de las personas que han participado en este reportaje convive con su pareja. «Mi marido murió como consecuencia del alcohol», «yo me separé del padre de mis hijos», «mi marido sufrió un ataque al corazón, no se si tiene mucha relación con el alcohol pero seguro que eso influyó».
Vidas que necesitan recomponerse. Cada miembro de la familia intenta superar el dolor con sus propias herramientas.
Asociaciones como Alcohólicos Rehabilitados ofrecen terapias de grupos en las que participan los familiares, sesiones en las que participa un psicólogo. En Alcohólicos Anónimos no hay reglas. El grupo se nutre de las experiencias de las personas afectadas que acuden a las reuniones. «Lo que funciona es que compartimos nuestras experiencias. No tomamos el nombre ni el apellido de nadie. Las personas van cuando quieren y si les ayuda repiten».
Veinticinco de cada cien camas de Medicina Interna del Hospital las ocupan enfermos alcohólicos. El alcoholismo es la cuarta causa de muerte en España, una enfermedad que muestra su cara más violenta con el comportamiento destructivo de quien la padece para sí mismo y para sus familias.
«Tenemos que aprender que hay una forma de vivir en la que se puede ser feliz. Cuando estás sufriendo la enfermedad no entiendes cómo otras personas pueden sonreír cada día, cómo pueden vivir con eso. Si no vamos a que nos ayuden esteremos todo el día con ‘la pistola cargada’ para atacar a nuestros familiares y eso nos perjudica a nosotros primero y luego a ellos. No adelantas nada con machacar. Aprender a tener tranquilidad y decisión te evita el sufrimiento».
Y sufrimiento, cuando la enfermedad del alcoholismo entra en casa, es mucho.
«Cuando me casé con él no era consciente de que bebiera mucho. Cuando salíamos se tomaba diez copas. Luego, por problemas familiares, empezó a beber más. Vivíamos en otro país. Un día llegué a casa y me lo encontré con convulsiones en el suelo. Llamé a una ambulancia y fuimos al hospital. Me preguntaron si tenía adicciones y les dije que no. Yo no era consciente. Fueron los médicos los que me dijeron que era alcohólico y lo pusieron en contacto con Alcohólicos Anónimos. Entonces empecé a entender su comportamiento y mi estado. Sufrí malos tratos psicológicos. Mi autoestima estaba por los suelos. No me atrevía ni a hablar».
«Lo único que había en mi casa eran problemas», recuerda otra mujer. «Hubo malos tratos físicos y psicológicos. Llegué a los grupos pensando que el alcoholismo de mi marido era lo que más me preocupaba, pero me di cuenta de que lo que había perdido la autoestima, tenía ira y envidia del mundo. Me sentía víctima y pensaba que todo lo malo me pasaba a mi. Hasta tenía miedo de ser feliz. Si me pasaba algo bueno me sentía culpable por sentirme bien. Todo esto lo fui superando. Llevo 25 años asistiendo a los grupos y no dejaré de ir porque me hace sentir bien y quiero ayudar a otras personas. Los alcohólicos de nuestras vidas nos han dado la posibilidad de encontrar una vida mejor».
Dolor, destrucción, sufrimiento, ira, envidia, baja autoestima. Son los sentimientos generalizados de las familias de las personas alcohólicas. Una enfermedad que deja, además, otras cifras como los 60.000 millones de gasto sanitario en España, el 20% de las consultas que llegan a urgencias, el 25% de los suicidios y el 30% de los accidentes de tráfico. Familias y expertos piden medidas de prevención.