Diario de León
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A LA ÚLTIMA RAFAEL TORRES
León

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N o siempre, pero sí en la mayoría de los casos, un timo necesita para perpetrarse la interacción de dos entes, timador y víctima, que comparten sutilmente (o no tan sutilmente, como en el «timo de la estampita») un mismo sentimiento movilizador: la codicia. En el caso de la infortunada niña Nadia, infortunada doblemente por su enfermedad y por el padre que tiene, se dan dos tipos de codicia, pero codicia ambos al fin: la de dinero por parte del timador, y la que se corresponde con la necesidad en ocasiones convulsa de sentirse bueno, generoso, desprendido, empático, solidario, benéfico, que se desquicia en una sociedad donde la caridad suplanta a la justicia.

O dicho de otro modo: la más que presunta estafa urdida y ejecutada por el tal Fernando Blanco, padre de Nadia, mediante sus cuestaciones para buscar por esos mundos una cura para la tricotridistrofia que sufre ésta, no habría podido materializarse en una sociedad que exigiera a los poderes una Sanidad pública verdaderamente universal, esto es, que atendiera y librara los recursos necesarios para ello a los afectados por las llamadas «enfermedades raras». Sin embargo, en un país donde se limosnea hasta para combatir una enfermedad tan común como el cáncer, cuya atención debiera correr en exclusiva de cuenta del Erario, no es raro que los timadores, actuando por libre o asociados, encuentren en las dolencias clínicas un feraz campo de acción. Pero se necesitan dos para un timo, y el padre de Nadia encontró un perfecto antagonista, «paternaire» más bien, en una cierta prensa cada vez más vencida a la chapuza y al sentimentalismo, y en una sociedad cada vez más desentendida y deshumanizada, que delega la solidaridad en el óbolo. El padre de Nadia, presunto heredero y epígono de los mendigos que en los portalones de los templos exhibían sus llagas reales o ficticias para forzar la caridad apresurada, se ha sacado un dineral contando sus apócrifos y delirantes viajes en busca de un remedio para su hija. La simplicidad de la concurrencia y la codicia de bondad sin mucho esfuerzo de algunos de sus miembros ha hecho el resto.

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