Los agentes
A los padres procesales, famosos en otros tiempos, los han sustituido con ventaja los que se ocupan de los negocios de sus hijos, a condición de que sepan jugar al fútbol y labrarse un porvenir debajo del cesped.
Ya no aspiran a que sus hijos sean grandes jugadores, sino a que tengan un gran agente futbolístico. Ahora se están haciendo excavaciones para ver si la playa está debajo de los adoquines de la calle y lo que se ha descubierto es que los representantes mueven los hilos, pero la madeja sigue estando oculta.
Mino Raiola, representante del célebre Paul Pogba, se llevó un taco de millones de euros por el traspaso del jugador, que entonces tenía 19 años y era eso que llaman una promesa, pero hay promesas que cumplen.
Pasado un corto tiempo, el intermediario ganó treinta y tantos millones de euros por el que fue llamado el traspaso más caro de la historia del fútbol, que es el que tiene más capítulos por escribir.
Que nadie se pregunte, como hizo Josep Pla, cuando vio la ciudad de Nueva York encendida: «¿Esto quién lo paga?». Lo pagamos nosotros y nunca ha estado el circo más caro que el pan desde que los coliseos se hicieron rectangulares.
A nuestra escala, que es siempre superable por nosotros mismos, el representante del galés Gareth Bale cobró 16 millones de euros por el traspaso al Real Madrid, ante el regocijo de los aficionados que cobran el salario mínimo, que ahora ha subido un 8 por ciento.
No es que seamos como niños, es que se nos pone cara de retrasados mentales cuando hablamos de que la Fiscalía Anticorrupción acusa al cuñado de Rodrigo Rato por la compra a Bankia de un palacete por un 85% de su valor de tasación. ¿Quiénes son los tasadores? ¿son los mismos que los agentes de los futbolistas?
A los hinchas no se les acaban de hinchar las partes más sensibles de su organismo, pero la regeneración no debería excluir el fútbol. Ni a los que están fuera de juego.