Diario de León

RETRATOS CALLEJEROS

El peluquero de obispos y gobernadores

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León

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carmen Tapia | texto

ramiro | foto

Acaba de cumplir cien años «¿y qué?», dice quitándose importancia. Tomás Hernández Duque regentó una peluquería en el barrio de Santa Marina. Ha sido peluquero de obispos y gobernadores. Todavía se afeita a navaja cada mañana. Con cien años recién cumplidos, se hace la cama todos los días y todavía tiene ánimo para cantar. Se arranca por jotas y con cánticos a la Verónica, virgen por la que pujó siendo papón de la cofradía del Dulce Nombre hasta que le fallaron las fuerzas. «Camina llorosa la madre dolorosa del Redentor», dice la estrofa de la canción con la que animoso se arranca ante la presencia de este periódico. En su cabeza todavía perviven con nitidez los miedos del frente en Teruel, donde pasó los dos últimos años de la guerra civil. «Sólo me he emborrachado una vez en la vida y fue en el frente. Los moros venían ofreciendo coñac y papel para que escribiéramos a nuestros familiares. Un día cogí una botella de coñac. Lo pasé tal mal que nunca volvía beber». A eso achata su fortaleza centenaria. «No he sido de excesos». Aprendió el oficio en las mejores peluquerías de León. «En la calle Ancha y en Ordoño, donde iban médicos, abogados, y sus mujeres. Corté el pelo a lo garçón a muchas mujeres y me llamaron para cortar el pelo a obispos y gobernadores». Pero lo que recuerda con más cariño son los Viernes Santos «cuando íbamos en la procesión y parábamos en San Isidoro. Un grupo de papones íbamos a mi casa en la Plazuela del Vizconde, donde vivía y tenía la peluquería. Mi mujer nos tenía preparado bacalao, huevos...».

Su mujer, Aurora Zapico Martínez, ya fallecida, «era buena moza. Me la presentó un amigo.Cuando nos hicimos novios yo tenía 23 años y no permitió que le cogiera del brazo hasta que me confesara y comulgara. Yo la engañé. Le pedí a uno de los huéspedes de mi madre que se hiciera pasar por un cura y me firmara el papel. Ella se lo creyó. Cuando nos casamos le dije que no me había confesado».

Los médicos le quitaron el hábito pero siempre fumó en pipa. Guarda una colección en una caja que muestra como un gran tesoro.

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