Diario de León
Publicado por
Liturgia dominical JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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D ios se ha entregado al ser humano. La suerte de los hombres y la de Dios van unidas. Más que un pacto de amistad es un matrimonio de los buenos. Más que una alianza de amor es la unidad perfecta. «Dios ya no es ni será nunca sin el hombre». Dios tiene siempre una vertiente, una dimensión, una identidad humana. Lo humano ya entra en la definición de Dios. Y a la inversa: «El hombre ya no es sin Dios encarnado». La verdadera naturaleza del hombre está abierta a lo divino y sólo se comprende desde esta posibilidad. Si prescindimos de ella, el hombre no llega a su realización. O sea, que Dios y el hombre se suman mutuamente. A más humanidad, más divinizados, más hermanos. «Dios-con-nosotros». Lo encontramos en la Iglesia, en los Sacramentos, en la Palabra. Y en todos los hombres, especialmente los pobres y los marginados. Ellos son Emmanuel, Dios-con-nosotros en la familia, en el trabajo, en la amistad, en el descanso, en la oración, en el dolor, en el amor. Dios es nuestra más íntima y amistosa intimidad.

«Jesús», nombre frecuente entre los judíos, significa «Dios ayuda», «Dios salva». El salvará al pueblo de su pecado, que no es solo una falta moral voluntaria, sino, sobre todo, la limitación y carencia de plenitud. Se trata de una salvación general y total, que Dios mismo avala. Con el nombre «Jesús» se afirma, por tanto, que ha comenzado ya una salvación imparable, aunque a veces solo sea una simiente que germina sin que se vea.

Otra consecuencia que aparece en el evangelio es que Dios no ayuda desde la distancia. «El Señor está contigo» se dice de María, pero también de todos nosotros. El hombre es portador de Dios que, de esta forma, da o recibe amor. Es paradójico que mientras Dios viene a la tierra, los hombres nos empeñamos en buscarlo en el cielo. Todos y cada uno de nosotros somos portadores del Dios de Jesús.

Llegamos al tercer personaje, a José. Parece el protagonista de este domingo. Parece un personaje de segunda fila, pero aparece hoy como quien tiene la fortaleza y la confianza necesarias para aceptar el inesperado plan de Dios, y actuar decididamente según la voluntad del Señor. José, hombre que se fía de Dios, abre la puerta al cumplimiento de las promesas que hechas a Israel. Apoyado en la palabra de Dios, se fía plenamente de lo que Él ha dicho, porque sabe que Dios no deja nunca de cumplir lo que ha prometido. Y que así es capaz de caminar por el camino del Señor. Aunque sea a tientas, a oscuras. Y ésa es también la llamada más importante que nos hace el evangelio. Una llamada a creer en la Palabra del Señor, en las promesas del Señor. Él está aquí y nos asegura su fuerza de salvación. Él ha venido para hacerse uno de los nuestros. Y solo nos pide que sepamos escucharlo para descubrir cada uno cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida, cuál es el camino que cada día debemos emprender. Como José. Como María.

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