Diario de León
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pEDRO TRAPIELLO
León

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Aquí, indio tonto: mí no entender... asunto: Raquel Gago, chiri municipal, implicada en el crimen de Isabel Carrasco, sentenciada en primera, segunda y tercera instancia y, de recurrir a la cuarta constitucional o quinta internacional, no sería extraño que se le ampliara la condena en esta rutina de «ir a por lana y salir trasquilada»... mientras tanto, indio tonto ver teatrales las caras de la guardia Gago, ver rebozar en llanto roto y arruga barroca el rostro quebrantado por la improbable inocencia que ni jurados populares ni jueces lograron ver... rostro que vale para talla dolorosa de palo santo y tente tiesa en los días de la Pasión, pura cara berruguete de escuela castellana, cara transida, pero no para conmover la firmeza jurídica en la que parece asentado ya el asunto... mí no entender que la piadosa opinión pública y de acera de esta ciudad se inclinara desde un principio a considerar víctima a la Gago, pardalina engañada que prestó su nido-maletero a la pistola que vomitó el asesinato (pun, pun, pun, pun... le metí cuatro, dijo ufana Monserrat)... no entender que las convictas no hayan hecho amago de exculpar a la amiga «engañada»... y el pueblo (y la puebla) comentó piadoso en barra o peluquería: pobrecina, la engañaron, abusaron de su candor, a qué iba querer matar a nadie y menos a la Carrasco que cabalgaría después de muerta buscando al felón o a la felona... y la calle la absolvía, persisten en elllo no pocas calceteras a pie de cadalso... Raquel Gago conmueve, esa cara pide misericordia... ahora el horizonte se ha vuelto definitivamente negro, aunque se enroque en el ¿qué hago yo aquí, inocente a prisión?... «me siento víctima de una situación política», ha declarado... y a ver quién no, contestan los primos del indio, los hipotecados, los desempleados, los excluídos... todos los males nacen de una situación política... aunque si la situación política de ella tiene nombres, a la autoridad y a la opinión pública que anhela exculparla les orientaría mucho el que les fuera poniendo apellidos, pues por ahí reburdian aún los que piensan que además de un asunto personal hay en este crimen una conjura política.

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