Los juguetes inmortales
La peonza, los molinillos de viento y las muñecas eran las estrellas en todas las clases de la Edad Media Los juguetes tenían la intencionalidad de la división de sexos.
daniel roldán | madrid
Los pensadores de juguetes sueñan con que el producto que han desarrollado durante meses en su mesa de trabajo sea el más deseado por los pequeños de la casa. Que sus creaciones más novedosas inunden las cartas de miles de niños para los Reyes Magos es una de las mayores satisfacciones. Pero aunque pasen los años, incluso los siglos, hay juguetes en los que poco se puede innovar, salvo en los materiales de su construcción. Ahí están los pajarillos, los molinillos de viento o las peonzas, elementos comunes en las habitaciones de los niños más pudientes de la Edad Media.
«El molinillo derivaba de una importante innovación técnica de la época como era el molino de viento», explica Silvia Alfonso Cabrera, investigadora del departamento de Historia del Arte I (Medieval) de la Universidad Complutense de Madrid, que ha analizado los juguetes más importantes del siglo XV en la Revista Digital de Iconografía Medieval , como son los sonajeros, los pajarillos, los caballitos de madera o las muñecas. Cuatro actuales elementos de divertimento infantil que hace cinco siglos hacían furor entre los más pequeños.
Pero, claro, había grandes diferencias entre clases. Si los bebés de los agricultores, ganadores o pastores se divertían con una nuez con semillas construida por su padre, los retoños de la alta sociedad tenían entre sus manos auténticas joyas. Estaban hechos de oro, plata y perlas. «Un auténtico artículo de lujo para nobles y reyes», apunta Alfonso Cabrera. Con las muñecas, pasaba más de lo mismo.
«Los Reyes Católicos encargaron a un sastre valenciano tela y ricos trajes para las muñecas de sus hijas», explica. Las hijas más pobres se tenían que contentar con un trapo con el que convertirse en ganaderas o agricultoras.
Porque los juguetes tenían una finalidad evidente. «La diferenciación de sexos era clara. Los hombres tenían encomendadas una serie de tareas en la vida adulta y se les formaba desde pequeños. Los caballitos de madera iban a ser los caballos de batalla. Igual que las niñas. Tenían muñecas pero no como en la actualidad, que representan a bebés, sino que eran mujeres adultas, damas. Representaban el futuro de esas niñas. Es llamativo pero todavía perdura durante el siglo XX y también en este siglo XXI», explica la investigadora.