Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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En los asuntos y «culturas» que el pueblo hace rodar no debe interferirse, así que esperé a que acabaran estas «señalizadas» fechas para poner alguna nota a la presencia creciente en la ornamentación navideña del que llaman «ramo leonés de Navidad», ese bastidor triangular de madera como velorio de iglesia festoneado por cirios y forrado de cintas, puntillas, «colonias», avalorios, dulces... pero no es leonés, ni era sólo ese repetitivo Triángulo de las Berduras (¿qué fue del ramo cuadrado, apaisado, piramidal o de angarilla?), aunque insisten en que es rasgo exclusivo, cosa cazurra (alza el rabo, León) sacando orgullito y originalidad... pero el ramo es liturgia eclesiástica muy antigua en todo lugar del Mulhacén al Urriellu o de Méjico a Uruguay, orbe donde los ramos votivos son también una vieja tradición parroquial y procesional... ves los de Guatemala o Perú y te dices: igualicos-igualicos que el difunto ramo de este agüelico, que después de muerto resucitó, pues tras estar tieso un tiempo largo muriéndose a la vez que los textos que le acompañaban al ofertarlo en la iglesia (letra de algún cura, no popular), acabó el último enterrado hace medio siglo al «aggionarse» la liturgia tras el concilio Vaticano II... y sólo cuando hubo de irse desesperadamente a los arcones y al reino de la polilla a redescubrir fastos históricos o rasgos propios -había que epatar a las culturas históricas en el despitote nacionalero del «yo más» que brindó la España autonómica- se le rehabilitó a título de inventario... y fui el primero en meter ramo oficial, pedazo ramo, en Pallarés, alternativa a un abeto que jamás cuadró en esta cultura vieja... y de aquel «meter» inocente vino esta eclosión (algo delincuente, donde lo cursi y lo hortera piden papel, delirio y purpurina hasta verse alguno que mueve a risa, cuando no a espanto).

Pero ni fue tradición el ramo en muchos pueblos, ni jamás se vio fuera de la iglesia. Hoy inunda escaparates, untamientos, casas o curros porque reinventa el robo un pueblo que, ahora sí, tiene todo el derecho a convertirlo en tradición... pero no por eso ha de olvidar que ahí duerme una patraña.

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