Diario de León
Publicado por
Liturgia dominical JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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S er fiel a Jesús y seguir el Evangelio conlleva unas consecuencias; dicho a la inversa, si no aparecen esas consecuencias, el cristianismo sería de dudosa fiabilidad. Quizá estemos acostumbrados a una fe que se reduce a cumplir unas obligaciones religiosas que, por divorciadas de la vida, en nada afectan a ésta, sin más repercusión que el tiempo que lleva realizarlas. En nada nos cambian. Hasta podemos hacerlas compatibles con un estilo de vida idéntico a quien no es creyente. Por eso si hay verdadera fe en el Evangelio, eso se tiene que notar en que su vida es diferente de lo usual, es otro estilo de vida.

El Evangelio de este domingo nos presenta a quienes son bienaventurados o dichosos. Verdad es que vivir al estilo del Evangelio nos llevará a «vivir la vida al revés»: valorar lo que normalmente no se valora (la fidelidad, la abnegación, la entrega, la servicialidad, la honestidad, la confianza absoluta en Dios, el compartir, el renunciar a un afanes de acaparara, la valoración de las personas como tales y no por sus posesiones, su prestigio o su belleza...). Será dejar como secundario aquello por lo que la mayoría se desvive (el dinero, el poder, la presunción, la obsesión por la belleza, el afán de ser más que los demás...). Aquí se plantea el asunto de si uno tiene mucho temple para aceptar esa vida «a contrapelo», con aguante de incomprensiones y burlas de los convecinos, o termina por adaptarse al estilo de vida de la mayoría, buscando exactamente las mismas cosas que cualquier otro, aunque uno conserve, por la razón que sea, la capa externa y raquítica de religiosidad, con unas cuantas prácticas más o menos bellas y solemnes pero sin repercusión real en la vida. Las bienaventuranzas hay que verlas como palabras en las que Jesús pide seamos personas de temple, que no nos amoldamos cómodamente a la mayoría ni no nos dejemos arrastrar por la corriente. Quien elige ser cristiano de verdad se verá abocado a una vida que no agradará a los demás, que no se lleva, que no es bien vista (pobres, pacificadores, humildes, misericordiosos...). Pero Él nos dice: Vivir así no es una desgracia; ¡dichosos vosotros!; habéis elegido el buen camino. Y aunque muchos os digan que estáis perdiendo el tiempo y malgastando la vida, aunque vosotros mismos sintáis alguna vez la tentación de pensar eso mismo, vosotros sois los verdaderos triunfadores. Y un día lo veréis en plenitud. No os dejéis llevar ni por las apariencias ni por las habladurías: ¡Vosotros sois los dichosos! ¡Confiad en Mí!

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