Diario de León
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EL BAILE DEL AHORCADO. CRISTINA FANJUL
León

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Ni monseñor, ni padre. Aunque todo lo que se ha conocido ahora esté prescrito —tenemos una ley que desprecia a las víctimas— la palabra con la que se definen José Manuel Ramos Gordón y los secuaces que miraron hacia otro lado es delincuente. Contemplaba el martes la imagen aparecida en el periódico, un dormitorio con camas separadas por paneles y me imaginaba el horror que tuvieron que vivir esos niños cada vez que se apagaba la luz y oían entrar al hombre del saco, el terror que debían sufrir al pensar que aquel día se detendría ante su cama, el miedo a que la degeneración de José Manuel Ramos Gordón se posara sobre ellos. Los niños no pueden defenderse. Confían en que los adultos lo hagan. Por eso, cuando la protección falla, buscan formas para componer de nuevo el puzzle, tratan de reconvertir una realidad distorsionada en algo que sean capaces de comprender. Su visión del mundo estará alterada para siempre. Quienes tenían la tutela sobre los menores actuaron como un cártel y callaron, que los trapos sucios se lavan en casa. La iglesia sigue defendiendo un círculo de impunidad en el que lo importante es proteger al agresor. Es el pecador el que debe salvarse. Los damnificados ya han sufrido, ya han logrado el estatus para entrar en el Reino de los Cielos. Pero ni siquiera después de abusar de ellos les dejan en paz. Después de extraerles la inocencia y cercenarles la vida, les castigan por contar lo vivido. Ahora, cuando aquellos niños han logrado que los abusos salgan a la luz, después de la ‘temible’ condena impuesta a José Manuel Ramos Gordón, después de los honores y homenajes, sale un amigo del abusador para criminalizar la conducta de aquellos niños y se pregunta, con hedionda intencionalidad, la razón por la cual el escándalo salta ahora —«cuando ha pasado tanto tiempo»— y trata de ensuciar la inocencia infantil al decir que «no eran unos niños pequeños», transmitiendo la idea de que tal vez ellos lo provocaron. No sé cuál de todos vosotros me da más asco.

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