Diario de León

ANIVERSARIO DEL GOLPE ■ EL 23-F EN LEÓN

Cinco horas que detuvieron León

Han tenido que pasar 36 años para que quienes vivieron en primera persona el transcurso de los acontecimientos en el Gobierno Militar aquel 23 de febrero de 1981 se decidan a contar lo que en realidad pasó....

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cristina fanjul | león

«Me fui al Gobierno Militar en cuanto conocí lo que había pasado. Eran las seis y veinte de la tarde. Recuerdo que el gobernador trató de hablar durante todo el día con el teniente general Campano, al mando de la VII Región, pero fue imposible»...

Se han escrito ríos de tinta acerca de lo que ocurrió en León aquel 23 de febrero de hace 36 años, cuando un grupo de guardias civiles irrumpió en el Congreso de los Diputados con el objetivo de dar un golpe de Estado que diera al traste con la incipiente democracia española. Sin embargo, esta es la primera vez que dos militares, testigos directos del escenario principal en León, cuentan lo que de verdad ocurrió allí. Han pasado muchas noches desde entonces. «Éramos jóvenes y ya no», dicen melancólicos, pero recuerdan cada segundo de cada hora que pasaron en el edificio de la calle Independencia. Por eso muestran su desazón ante la cantidad de informaciones que se han publicado sobre una jornada cuyos protagonistas se han mantenido siempre en silencio. Hasta ahora, todo lo descrito se ha hecho en función de referencias y comentarios de terceros. Se ha hablado ‘de oídas’ porque ninguno de cuantos han relatado lo acontecido en aquel escenario lo ha hecho como testigo directo. Lo que estos dos militares describen dista mucho de las imágenes y las voces que se han quedado prendidas de la retina de los leoneses. Niegan, por ejemplo, que hubiera listas de ‘fusilables’ y rechazan de manera tajante que nadie acudiera al Gobierno Militar en busca de pistolas. Por contra, destacan que León se mantuvo en el limbo de la tranquilidad. «De la VII Región Militar dependía Asturias y Castilla y León, muchas unidades, tres regimientos de Caballería, uno de ingenieros, otro de Artillería, el Grupo Logístico y el Centro de transmisión de la Red Territorial de mando», destacan los militares, que prefieren no revelar su identidad. «Campano tenía mucha fuerza, tanto por su autoridad en el Ejército como por las unidades que podía asumir bajo su mando», añaden. Una de las cuestiones que según su experiencia resulta más difícil de entender es el papel de Milans del Bosch. «Era un militar de prestigio. Era ejemplar, con mucha autoridad en el Ejército y adicto a la Monarquía», destacan. Lo hacen para sugerir que la razón que explica su decisión de sacar los tanques a la calle estaría en que creyera que al menos tres Capitanías iban a seguirle. Una de ellas podría haber sido la VII. Sin embargo, ambos subrayan que el capitán general Campano estaba a punto de pasar a reserva. «Este dato, unido al hecho ya comentado de que estuvo ilocalizable toda la tarde para el gobernador militar, hace que lo más obvio fuera que en su voluntad nunca estuvo apoyar el golpe». El teniente general Campano dio su propia versión de los acontecimientos días después del golpe en una información publicada por El País: «Yo estaba en Capitanía y me avisó mi mujer de que algo pasaba en el Parlamento. Inmediatamente puse la radio y esperé las noticias». Después de que sucediera el asalto al Congreso, el teniente general revela que se puso en contacto con el teniente general Gabeiras, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, con quien habló por el llamado teléfono rojo. «Mi conversación con Gabeiras se realizó alrededor de las 18.45 horas», añadió Campano, «Todavía no sabíamos con exactitud qué había sucedido, pero me señaló que dentro de unos minutos recibiría un télex en el que se especificarían las órdenes. En ese momento ya me indicó que iba a ponerse en marcha la operación Diana»...

Operación Diana

La operación Diana se firmó después de las elecciones del 15 de junio de 1977. Fue rubricada por el presidente Suárez con la Junta de Jefes de Estado Mayor y vertebraba la misión de las Fuerzas Armadas y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en determinadas situaciones graves. La estrategia establecía tres escalones de acción: alerta 1, alerta 2 y alerta 3, correspondientes a los estados de sitio, excepción y guerra. Esa y no otra fue la razón de que alrededor de las 19.00 horas, según relatan los militares leoneses, se ordenara que todos acudieran a sus puestos.

Resaltan además que hubo regimientos que se abastecieron y municionaron?. Sin embargo, las mismas fuentes aseguran que, al contrario de lo que se ha dicho, la munición nunca llegó a abrirse. «Eran precintos lacrados con lo que, si se hubieran destapado, se habría sabido», revelan.

Subrayan que había preocupación, si bien rechazan de plano la palabra miedo. «La pregunta que todos los que estábamos allí nos hacíamos era ‘y mañana ¿qué? Porque lo extraño era que no había ninguna orden más allá de esperar órdenes», destaca uno de ellos. Precisan que el general estuvo en contacto constante con el gobernador civil, Ángel García del Vello, que envió al edificio de la calle Independencia un contacto para mantener la información mutua. Además, recuerdan que, si bien las unidades tenían dependencia militar, en orden público dependían del Gobierno Militar. «De hecho, si se hubiera mantenido esa situación, el Gobierno Militar se habría hecho cargo de todas las unidades de la provincia», inciden.

Estos militares, ya en la reserva, explican que la característica principal para describir la resolución de Pedro Gómez Cárdenas durante las horas anteriores a la aparición del rey en televisión fue la calma. «Estuvo absolutamente tranquilo todo el tiempo. Nadie quería justificar ninguna actitud. Puede que por eso nunca haya habido datos y todo lo que se ha contado se desprenda de las conjeturas de unos y otros. Nada tiene relación con la realidad», defienden. En este punto hacen hincapié en que al Gobierno Militar no acudió ningún civil en busca de pistolas. «Ni autoridad civil, ni médicos, ni nadie. Allí no fue nadie y yo no me fui a casa hasta mucho después de aparecer el rey», observa uno de ellos.

Abundan en la idea y la consideran un despropósito desde el punto de vista de la lógica. «Nadie, absolutamente nadie en el Gobierno Militar tenía acceso a armamento. Fíjese lo tranquilo que estuvo todo que ni siquiera se envió refuerzo alguno al polvorín de Cuadros», destacan. Rechazan también las noticias surgidas acerca de la confección de listas de fusilables. «Pero ¿quién y cuándo iba a hacer algo así? Nadie sabía lo que iba a pasar y nadie quería justificar ninguna actitud». Para certificar esta afirmación acuden a una máxima del Ejército, según la cual si no hay órdenes, no hay nada. «Y nadie dio orden alguna aquel día».

Los militares hacen hincapié además en que a las once de la noche, la Junta de jefes de Estado Mayor comunicó a los capitanes generales que todo había terminado y les exhortaban a que no se tomara decisión alguna. Ellos fueron los que se lo comunicaron a los gobernadores militares. «La situación puede resumirse en el hecho de que los militares se quedaron relajados y, hasta cierto punto, encantados, de que todo se resolviera como se resolvió»...

El general Gómez Cárdenas era el gobernador militar en el año 1981. DL

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