Diario de León
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El baile del ahorcado Cristina Fanjul
León

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E l duelo no es ni siquiera cuestión de recuerdo: no corresponde al momento en que uno recuerda a un muerto, un recuerdo que puede ser doloroso o consolador, sino a aquel en que se patentiza su ausencia definitiva. Es hacer nuestra la existencia de un vacío”. Ojalá fuera mío, pero no. Fue el poeta Carlos Piera quien escribió estas palabras que hoy aprovecho para hablar (de nuevo) de la guerra. Nunca se hablará, ni se escribirá lo suficiente de la II República, ni de la guerra civil, ni de la postguerra. Aquí aún no hemos empezado, a pesar de los que creen que se trata de levantar tumbas y sembrar la mies de la venganza. No, la venganza se fraguó entonces. Hubo, según dicen las estadísticas, doscientos mil cadáveres a causa de la venganza. Muchos más siguieron viviendo por inercia, porque para muchos, después, sólo quedó miedo y desolación. Hubo valientes que lucharon por sus ideas, y miserables que lucharon por sus ideas, y hubo reos de sus circunstancias que tan sólo pudieron apretar los dientes y seguir con sus vidas, y héroes que salvaron a cuantos pudieron, y traidores que desertaron de sus principios, y hubo gestas que habría que recordar, y un gran fracaso colectivo, y todo eso hay que contarlo, aunque para hacerlo tengamos que destapar mentiras oficiales (de ambos bandos) y tragarnos con ello la amargura de la verdad. La verdad nunca está del lado de nadie, pero para llenar el vacío de la ausencia, para que este país deje de vivir en un perpetuo ajuste de cuentas hay que saber quién es quién, quién delató, quién se dedicó a matar rojos para matar el rato, quién, a violar a mujeres al amparo del monte, quiénes cedieron al miedo y denunciaron a cambio de una nueva vida, quiénes se mantuvieron firmes, siempre y a pesar de todo… con nombres y apellidos. No es revancha. Después de tantos años eso sería una muestra de camorra intelectual. Y no es eso. No. Contar lo que pasó, lo que de verdad ocurrió, es dejar que España cierre el círculo infernal del duelo y, sobre todo, es saldar deudas con la historia para que el pasado deje de perpetuarse en el vacío.

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