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León

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Se ha caído un cubo de la muralla, el monumento más denigrado de la ciudad. Se ha caído después de pasar tantos años carcomido por el barro y las ratas que eran pocos los que sabían, al pasar ante ella, que estaba ahí. Y la paradoja es que se ha derrumbado en el momento en el que intentaban ponerla en valor. Fue una de las primeras cosas que anunció la concejala de Urbanismo, Ana Franco, al poco de llegar a su despacho. Lo dijo y, tras una reunión con el arquitecto del Plan Director de la Muralla, lo puso en marcha. El problema es que llegó tarde, como todo en esta ciudad. ¿Sabían que la muralla es invisible para el catastro? No existe, y supongo que la explicación está en que es la manera de que siga oculta para el resto. Eso implica, por ejemplo, a todos los propietarios que de manera inmemorial la han invadido. ¿Se imaginan que una casa de vecinos utilizara un templo a modo de talud? Pues eso es exactamente lo que ocurre con la fortaleza imperial. La ciudad fue escondiendo su pasado romano o utilizándolo como el firme para nuevas estructuras. Se tapó, se rastrilló, se destruyó, se convirtió en almoneda. ¿Qué quieren? La historia de este país se ha ido levantando sobre los muertos de la época anterior. Las necrológicas son nuestra arqueología emocional. Pero con la llegada del siglo pasado, muchos ayuntamiento forjaron un proyecto de ciudad en cuyo horizonte siempre estaba su patrimonio. Aquí no fue así. Lejos de eso, los regidores se afanaron por continuar lo que sus antecesores habían comenzado... y la muralla fue cercenada de nuevo, okupadas, sus cicatrices. Ahora, después de tantos años de abandono, el lienzo en Conde Rebolledo se desploma, como ocurrirá si no se pone remedio en Era del Moro, en la calle Serradores, en Caño Badillo, y así hasta su muerte en las cercas. Quien no respeta su pasado no puede tener futuro. En La invención de la soledad, Paul Auster hace un hallazgo literario: «Un día hay vida». La muralla hace, de algún modo, que nuestra memoria no se desvanezca. Lleva dos mil años en pie y eso a pesar de que nunca hemos dejado que el tiempo esté de su lado. Un día hay vida, y de repente...