CORNADA DE LOBO
Nos queda Canadá
Me brinda Manurogallo su nueva casa que ya no está en estos Leones donde recién laboró como biólogo estudiando y fijando la vulnerable población de urogallos (y parando dos avalanchas de aerogeneradores que querían plantar en sus cantaderos de Omaña). Ahora su casa y destino profesional están en Calgary, que cae algo lejos, pero muy cerca de mis ensoñaciones juveniles y melancolías viejunas... ¡Canadá, nada menos!... y a la vista de Calgary, las Rocosas y su majestad, cazi na.
Al instante fui a conocer esa ciudad del mejor modo, a lomos del dios Google-Earth sobrevolando aquello: asombrosa Calgary... qué ríos sin castrar la cruzan, lagunas y verdor, grande urbe con un corazón central neoyorquino y el gran resto residencial (un millón de habitantes), pero perfectamente ordenada y abrochada, sin ese alfoz sucio y embarullado de chaletes, naves, casetos y solares tan nuestro. Dentro de la ciudad conté quince campos de golf, una barbaridad (en invierno valen para esquiar, me dice Manu). Y lo asombroso: ni siquiera en las zonas residenciales ricas tienen muros o verjas las casas y mansiones, generalmente rodeadas de arbolado o algún seto.
Buscando información averigüé que Calgary es una de las veinte ciudades del mundo con mejor calidad de vida y, según Forbes, es la ciudad más limpia del planeta (mandemos allí algún concejal que sepa ver). Y conviven en ella sin ningún roce gentes de origen británico, canadiense, alemán, irlandés, francés, ucraniano, chino, indio o polaco (y ahora, nuestro paisano Manu espoñoleando un poco).
Me admira Canadá. Nunca es noticia. Su himno no es marcha militar, sino coro de júbilo y gratitud. Su naturaleza es brutal y bella. El equilibro entre lo francés y lo británico es un cantazo en los dientes al secesionismo quebecois. Le acunan las melodías de Leonard Cohen y tiene la potra de un Trudeau presidente. Además, ¿conoces un solo futbolista canadiense?... gran y envidiable país... cuando España te hace ver que «La esperanza es lo último que se perdió», siempre consuela decir «menos mal que nos queda Canadá».