«Si me amáis….»
A sí nos interpela este domingo el mismo Cristo: el que lo ama, trata de vivir como Él. En las grandes decisiones y en los pequeños gestos, que es donde se teje y entreteje nuestro vivir. Esto se hace posible porque el Espíritu de Jesús nos acompaña siempre. El Espíritu, en el interior de la comunidad, mantiene vivo e interpreta el mensaje evangélico y, al exterior, da seguridad para ayudar al fiel que está en el mundo a discernir el sentido de la historia. Lo que Jesús hizo con sus discípulos es ahora lo que hace el Espíritu en la Iglesia: hacer ver que Dios está presente y actuante. Los llenos de Espíritu (los «espirituales») tienen conocimiento pleno de la Verdad que es Jesús. Son además una crítica radical para los «materialistas», pues la verdad de arriba se contrapone a la mentira de abajo. Es necesario defender la Verdad y ofrecerla a la cultura actual, ante tanto discurso adulterado y tanto espejismo engañoso. Muchos, como Pilatos, repiten: ¿qué es la verdad? La verdad es conocimiento y exactitud frente a ambigüedades y errores; es libertad interior frente a doctrinas fáciles; es fortaleza serena ante la prisa y la incertidumbre; es sencillez espiritual frente al oropel de la palabrería; es luz del bien frente a la ceguera de la malicia. Es principio de toda perfección, evidencia pacífica del misterio de lo eterno, alma de la historia individual y colectiva.
Jesús nos dice que el mundo ni lo conoce a Él ni conoce al Espíritu que el Padre envía, lo que es un obstáculo para acoger la fe que salva. Hoy se tiende a ver a Jesús desde una perspectiva intraterrena: un personaje de la historia que predicó una concepción nueva de la humanidad, muy utópica en la práctica. No es la del creyente, pero ha de ser un estímulo para asegurar el reconocimiento de Jesús, además de como ser histórico, también como Dios. Así profundizaremos en la fe y podremos dar razón de ella ante los demás. Porque verdad es que aun entre los mismos cristianos hay una visión equivocada sobre Jesús, cuando buscamos que nos solucione problemas graves que no relacionamos con la voluntad de Dios. No es un fenómeno nuevo. Los mismos discípulos lo expresaron al decir que el pueblo creía que Jesús era Elías, o Juan Bautista, o un profeta. Jesús se queja: lo buscan porque los alimenta y por eso lo quieren hacer rey. Jesucristo es mucho más que un remediador de los problemas de la vida. Lo que no excluye pedir lo que necesitamos. Bueno es recordarlo hoy, el día de la Pascua del Enfermo.