Diario de León
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El baile del ahorcado Cristina Fanjul
León

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E l alcalde acaba de decorar la plaza de la Inmaculada con los colores de la República. No sé si se trata de un acto deliberado o si la belleza de la combinación se debe al azar del jardinero. En cualquier caso, la disposición cromática resulta especialmente significativa porque me sirve para recordar una historia que parece una leyenda griega. Luzdivina Bayón cumplía 24 años el día que fue condenada —en plena guerra civil— a penar un año y medio en la cárcel. Su delito, insultar a la fuerza armada. Recuerdo que hace años el profesor Luis Caro me mostró el cráneo del rey Juan II, el padre de Isabel la Católica. Me sentí incómoda al ver hasta qué punto, en mis manos, la cabeza de un rey no era más que una calavera pequeña y anodina comida por el tiempo, corroida por la pátina gris del olvido, igualada por la muerte con los millones que aguardan en los nichos de España. No sé por qué pero últimamente, al pasear por las calles de la ciudad, pienso que estoy coincidiendo, en algún pasillo temporal, con cuantos me precedieron en ese lugar, en ese preciso momento, con el propio Juan II, o con Luis de Sosa, o con un nieto que tal vez nunca llegue a conocer. Puede que ayer, al pasar por delante de aquellas flores, me cruzara con Luzdivina, apretando el paso por la plaza tras colocar un ramo con los colores de la bandera tricolor, sobre la tumba de su novio, Lorenzo Martínez Baca ‘El Parrales’, histórico líder anarquista del gremio de los tipógrafos, fusilado en 1936 con el grupo en el que también fue asesinado el alcalde Miguel Castaño. El insulto de Luzdivina fue precisamente el mismo que estos días ha cometido el jardinero municipal: una combinación de rojos, amarillos y violetas que hoy no son más que tres colores pero que en el presente de 1936, en ese pasillo temporal que se seguirá repitiendo en el bucle diabólico del tiempo, fueron la razón para que una joven de 24 años se enfrentara a un consejo de guerra. Hace más de medio siglo, Arrabal escribió una obra sobre el encierro y la sinrazón. Tenía un título evocador: Y pusieron esposas a las flores ...

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