COLAPSO ADMINISTRATIVO
Carnets de conducir aparcados
La huelga de examinadores afecta a los planes personales y profesionales de muchos aspirantes. Algunos temen perder el trabajo y otros buscan alternativas a la desesperada en otras ciudades
Tienen la sensación de pisar el acelerador y notar bajo sus pies la exuberancia del motor, una sinfonía mecánica preparada para tirar millas. Se sienten, además, preparados y no necesitan más motivación que la propia para emprender la ruta. Todo parece a favor, pero por más que embraguen e introduzcan la marcha, hay un atasco monumental, histórico, que no les permite siquiera moverse del sitio. Una congestión de incierta resolución afecta a los planes de miles de personas, que se están viendo profundamente condicionados por la huelga de los examinadores de tráfico.
El colapso administrativo impacta de pleno en la realidad de cada vez más hogares. Lo sufre Catalina Salvado, quien ha decidido desplazarse a la ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo para tratar de acelerar un proceso del que había perdido totalmente la confianza de culminar "en un plazo razonable" en Barcelona. "Si a las 3 o 4 semanas que puedes estar sin subir en general le sumas la espera por la huelga, la situación es insostenible. Necesito el coche por las necesidades de desplazamiento que no cubre el transporte público: las de una familia con cuatro niños, dos de ellos autistas", detalla.
Un empeño, el del bienestar de su familia, al que ya ha destinado "más de 5.000 euros", explica, sin demasiadas ganas de concretar las cuentas, no sea caso que aumente su frustración. En las cifras se computan el hotel y la habitación donde se ha alojado, desplazamientos, manutención y trámites burocráticos. Buena parte de los gastos tienen que ver con las seis veces que ha subido a examen, la última de ellas en Salamanca, donde no se ha encontrado el panorama que esperaba.
"Imaginaba más facilidades, como me aseguraba un primo mío que vive allí, pero conseguí subir hace algo más de mes y medio, y como me suspendieron, pedí fecha para un nuevo examen; pensaba que sería todo mucho más rápido que en Barcelona, pero nos citaron hace tres semanas y al final el examinador ni se presentó. Un viaje tan largo, tanto dinero gastado en ir allí, en comida y alojamiento para nada. Y encima alejada de mis niños, de mi gente", lamenta. "¡Hasta controlo la comida! Como menos para no cargar más la economía familiar", explica.
PRESIÓN
En ese punto, en la preocupación por las finanzas domésticas, anda Adrián Perea, vecino de Cornellà. Acaba de recibir un nuevo aviso por parte del jefe de que su puesto de trabajo está en franco peligro si no obtiene el carnet de conducir. "Trabajo en una empresa de reformas de electricidad y fontanería, con la necesidad de movilidad que comporta. Además, ayudo a rematar faenas como instalador que soy, pero sobre todo sería necesario transportando material, algo que ahora mismo no puedo hacer", describe.
PERJUICIO
Adrián nota la presión allá a donde mira. La siente cuando sus compañeros de trabajo le acusan de "fingir" y de no tomarse las cosas en serio. "Por suerte, mi primo, que es el jefe, se ha enterado por los medios de que hay un colapso absoluto por la huelga de examinadores, pero eso no evita que me diga que, sin carnet, mi puesto de trabajo pende de un hilo. Ya me finiquitaron en otra empresa por lo mismo y no puedo permitirme el lujo de dejar a mi familia sin mis ingresos", dice. Confiesa levantarse por las mañanas con el carnet como el primer pensamiento, el mismo que le agobia "durante buena parte de la jornada".
"No puedo dejarme mucho más dinero en prácticas mientras no tenga la certeza de una fecha definitiva para mi próximo examen, que son 35 euros por clase práctica y no está el horno para bollos", se lamenta. Adrián se queja que desde que empezó la huelga aún no ha podido subir a examinarse de nuevo, en el que será su sexto intento, con más de 3.000 euros invertidos. "Me parece injusto que a los más veteranos nos echen para atrás en la lista de espera y den prioridad a los que se acaban de sacar la teórica", dice.
Un punto en el que discrepa Marta García, quien tiene una opinión diametralmente opuesta: pide una oportunidad para quienes acaban de sacarse la teórica y aún no han podido probarse en un test al volante, como es su caso: "todos deberíamos tener al menos una oportunidad de intentarlo". Marta pide turno por su visión de la ecuanimidad y por el hartazgo de comprobar cómo se han volatilizado dos oportunidades de conseguir el permiso. "Tenía fecha el 3 de julio y nos avisaron el mismo día que no sería posible examinarnos; reservamos para subir el 25 y un día antes nos volvieron a decir que se anulaba otra vez", expone, desesperanzada.
Planes truncados también para ella. "Siento mucha rabia porque mi verano con el carnet en la mano hubiera sido muy diferente. Y porque me parece muy egoísta la actitud de los examinadores; desconozco su situación laboral al detalle, pero también muchas personas en diferentes sectores tienen problemas en el trabajo y tratan de resolverlos sin perjudicar a tantísima gente", zanja.