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León

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No sé si estaré en lo cierto, pero creo que en España la política social se ha hecho en muchos casos a ‘cuenta pipis’, que la hace el contribuyente, el propietario, que el Estado se lava las manos y deja hacer, que ya se sabe que cuantos estamos sujetos a una nómina o pagamos una hipoteca, tenemos menos capacidad de acción. Cuando no tienes nada, no tienes que pagar impuestos, ni tasas ni estar alerta por si alguien te cambia la cerradura y se hace fuerte en tu casa. Cuando no tienes nada, nada importa demasiado, tampoco saltarse la ley. ¿Qué más podría pasarte? El tema de los okupas es mucho más importante de lo que pensamos. Vivimos al filo de un cambio de era que va a dar para mucho más que para gorrones de viviendas. El nuevo modelo económico generará tantas tensiones que estamos a punto de visualizar la nueva servidumbre de la gleba, sólo que en su nueva etapa ésta ya no estará encadenada a la tierra sino a la renta básica de la ciudadanía o al precariado laboral. Habrá una minoría que vivirá de su capacidad para crear y una inmensa mayoría que, simplemente, sobrevivirá o no... La vida y la muerte serán cuestión de la escala social y los adelantos de la biotecnología y la inteligencia artificial generarán superhombres cada vez más alejados de la miseria humana. Esto no es una distopía. La lucha de clases nunca ha sido más cierta que ahora. Vivimos el fin de la socialdemocracia, de los derechos sociales, sólo que aún no somos capaces de verlo. Hay demasiadas serpientes de verano llamando nuestra atención, tratando de lograr que no veamos el truco de magia que hará que todo el mecano montado tras la Segunda Guerra Mundial desaparezca ante nuestros ojos. Es la mejor manera de que no hagamos nada, de que ni siquiera seamos capaces de darnos cuenta de que el campo de batalla se ha ampliado y el espacio físico ya no existe. Por lo menos, ahora (todavía) tenemos la ilusión de que somos propietarios de algo. En breve sólo lo seremos del tiempo, y somos demasiado descuidados con él. ¡Okupémoslo!