Árbol de la muerte

Muerte agazapada tras una salve, tragedia junto al santuario, compra velas la multitud, rezan al Cielo y justo en ese momento la Providencia manda que un arbolón de dos siglos, un plátano o falso arce que daba sombra a aquella liturgia mariana, se suelte los cordones de los zapatos, le crujan las rodillas huecas y se desplome sobre la concurrencia con estrépito pavoroso y un resultado de exagerado bulto: trece muertos, cincuenta heridos, una masacre, casi hecatombe... en la isla de Madeira fue, junto al santuario de Nossa Senhora do Monte en su día grande de la Asunción.

Qué espanto.

La preguntas mojadas en curare tuvieron que ser de Octavito... ¿por qué hace Dios estas cosas?... ¿por qué ese árbol quiso morir matando y no de pie como mueren los árboles según anotó Alejandro Casona?... ¿por qué nos les echó un capote de manto la Virgen?... o más sencillo, ¿por qué no adelantaron la procesión una hora?... para un creyente y para el ateo malicioso está claro que la cosa estuvo de la mano de Dios... pero ¿a qué un castigo de estas dimensiones a los suyos, a sus fieles, pudiendo ponerse las botas en cualquier fiestorra ibicenca pecadora o en un festival musical de los que organiza el diablo o junto a una mezquita? (bueno, quita lo de mezquita, que ahí ya tienen masacres día sí y día también, Alá es generoso con eso)... o lo lógico, ¿por qué estaba de pie ese tonelaje de leña de tronca hueca atada con un viento de acero porque ya le habían visto las ganas?... ¿hay Árbol de la Muerte como lo hay de la Vida?...

Si Octavito tiene preguntas, es que también se guarda respuestas. Piensa que quizá el Cielo esté algo hartito de tanta fe hipócrita, tanta religiosidad el domingo y tanto pecado el resto de la semana... o de que la gente sólo vaya a lo suyo, a pedir para sí las cosas más peregrinas o graves... y gastar en velas para coaccionar a la Virgen y que les haga el favor antes que a los que no ponen velas... y si lanzar a ese árbol a matar no ha sido un correctivo divino, al menos es una señal de que no siempre «Dios castiga sin piedra ni palo»... aquí el palazo fue bestial.