CORNADA DE LOBO
Lo que viene
Tiene poderes esa chalina de profeta que está colgada en el perchero del café donde hacemos un rato de tertuliantes. Si estás in albis, dice Octavito, te la pones y ves cosas, como el Oráculo de Pedrún. Ni siquiera hace falta cerrar los ojos con ese aire trascendente de los que tienen revelaciones o visión larga. Las ves y ya está.
Se la puso Peláez, agnóstico corrupio él, y dijo uyuy, que me mareo, patí la chalina... y se la devolvió a Octavito, al que no hay que preguntar si está la cosa de meterse en charcos o paradojas, precisamente él, criado a las ubres de la razón pura... porque se mete.
Veo cosas, muchas cosas, dijo.
Veo que el dinero de papel o metal está fuera de circulación... todo se paga con tarjeta o cauce digital y, por consiguiente, nada es ajeno al gran ojo fiscal... todos los pagos y gastos están controlados, fichado todo movimiento... y ya no existe la declaración de la renta, Hacienda conoce cada transacción y la hace ella aplicando al instante la retención de impuestos.
Los vehículos son ya todos autónomos, conducir será delito en breve, se reduce casi a cero la accidentabilidad, baja el coche particular y suben los sistemas comunitarios de transporte... todo coche va dotado obligatoriamente de geolocalizador, sabiéndose al instante la situación, dirección y destino de cada cual; nada es ajeno al gran centro de control viario donde se recibe a su vez la visión en 360 grados de la cámara instalada en cada vehículo para transmitir toda incidencia exterior... y así, el Gran Ojo todo lo ve.
En ese futuro ya no se fuma, estofados o calderetas están prohibidos por ser cavernarios, sólo unos escasos bares pueden servir alcohol, los insectos -de la mosca a la miasma- no pueden matarse salvo casos y sólo por personal autorizado tras haber ganado los animalistas un largo contencioso internacional sobre el tema... y hay que informar o pedir permiso para poder ir al campo... ¿sí?, dijo Peláez, pues mañana mismo me piro a Tarna, me atizo un potaje infiel, mato después algunos tábanos de los que amoscan al ganao y, ya feliz, soltaré un pedo de brigada artillero... paaaaaaaaaatí, Octavito.