Llamen a Rodolfo
M al, bastante mal, muy mal pinta la aurora que se avecina y el rosario de quince misterios que la catalanidad rampante no dejará de rezar a voces por las calles de su «república in péctore» con la euforia martirial del converso y la mala hostia del somatén recién comulgao.
Estamos en ese punto donde ya sólo se busca la épica trágica, la imagen tras la batalla, la traca final de propagandas obscenas y acusaciones feroces por pillar el traje de vencedor que querrán ponerse los dos a la vez para tapar así la desnudez de su derrota y su torpeza... fueron a su guerra sabiendo que nunca habría un solo vencedor, que aquí pierden dos... y pagamos todos... y quede claro aquí que tampoco es esta una guerra civil, una guerra entre hermanos, quitallá, aquí sólo nos sentimos primos todos (y lejanos)... este parece ser el sentir general... que es teniente-general en aquellos que a este lío bronco le añaden infamia y vozarrón de barra soñando un gran final de timbales para esta ópera catalana, timbales de pelotón de fusilamiento (en la mente del nacionalero y del fascista siempre se oye amartillar un percutor).
En la diplomacia secreta y contactos que a la fuerza ha de haber (y los dos bandos negar) hay una ausencia notoria: no llamaron a Rodolfo Martín Villa.
Quizá poco arreglaría o quizá lo pondría peor por su imagen tan tatuada en el bestiario del rojerío. Por intentarlo. Porque tiene «el paramés» currículo de santabárbara cuando truena y le pueden llamar, ya jubilado, a que dirija el arreglo del pifostio del chapapote y del Prestige; o a dirigir Endesa frente a la voracidad de italianos y franceses; o ya en el colmo de la paradoja, llamado por el mismísimo Jesús del Gran Poder de los rojos, Jesús Polanco, a presidir la joya de su pool empresarial, Sogecable... y timoneando no torpe en turbulencia se le vio a este paisano.
Del asunto catalán algo sabrá, digo, fue ministro de policías y, antes, gobernador civil en Barcelona respetado por la catalanidad picuda. Y la única vez que yo vi a Tarradellas fue en su compañía, aquí, en León, con sus mujeres, visita privada... al final, el ex-honorable le tenía por su mejor amigo... ¡¿y eso?!...