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pEDRO TRAPIELLO
León

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Siempre que cito o le hago una foto a Martín Villa sin ponerle a parir (aquí lo exige hasta la derecha), sale alguien embistiendo... y ayer, por darle yo al paisano vela y velón en el Entierro del Amor Hermoso entre España y Cataluña... y del Respeto... listo ya el incinerador de honras e infamias que todos atizamos mientras vamos de la risita burlona de ayer a la cagalera de hoy viendo lo que se vende, o sea, la broma se volvió reventona y crece la voz y número de los que se creen llamados a escribir la gran página de la historia de Catalonia is not Spain, viendo ya su Independence Day con fuegos cuatribarrados, un castell en cada plaza, sardana ante cada iglesia y calçotada en cada masía... ¿cómo no echarse a la calle estos días y no salir en la foto?, ¿es que tiene un plan mejor esa juventud airada de Barcelona mientras gobierno y govern tensan la partida a caraperro?... y ya sólo pintan espadas... en alto... al final de la batalla pintarán oros (aflojad doblones) y, acto seguido, vuelta a los bastos, la costumbre; y olvidaos de las copas, no pintan entre catalán y español, y si pintan, cada cual paga la suya... ¿invitar?... non fotis, nano.

Y así seguirá la Partida Interminable.

Tarradellas, tan de Esquerra, fue orillado en el 84 al parir Pujol la nueva catalanidad de antifaz. De esas mañas tuvo que hablar mucho con Martín Villa, uno de los pocos amigos ciertos que al final tuvo (con Rodolfo acabó su exilio, fue a recibirle en Madrid, le entregó el pasaporte, se lo llevó a porfiar con Suárez en La Moncloa y ya después llegó su histórico «ja sóc aquí» en el balcón de la Generalitat). Así que si Rodolfo hablara... ¿le preguntó alguien?

A quien no has de preguntar es a Albert Boadella, ya dio respuesta clara al lío catalán en un estremecido artículo en El Mundo, el 22 (léelo y difúndelo); ahí desnuda al mono, lo describe y llora: «El que no ha conocido el entorno catalán no puede imaginarse lo agradable que resulta vivir en el calor incestuoso de la tribu amenazada».

Si la amenaza se agranda o se inventa, la tribu se busca, se apiña... y se monta.

Y lo peor: sabido el truco, ahora ya todos ensayaremos nuestro mambo.