Diario de León
León

Creado:

Actualizado:

Los agresores lo son porque sus padres les muestran el camino. A veces resulta más fácil pensar que en el pecado está la penitencia. Cada día se miran al espejo y ven esos rostros, los rostros de la infamia y la cobardía. Dan lástima. No merece la pena perder el tiempo con ellos, y mucho menos, las palabras. No puedo imaginarme lo que debe ser tener un hijo que abusa de un compañero de clase, saber que eres la madre de alguien que se convierte en el verdugo de otro, que espolea a los demás para que minen la moral de una persona incapaz de defenderse. Pero ese no es el tema de la cuestión. El problema es que vivimos en un lugar en el que el Estado no protege a los niños.

Un colegio es un mundo en miniatura, una clase es un universo social. Para bien y para mal. Para bien porque es una escuela de vida. Para mal porque los niños aprenden demasiado pronto que allí, también, impera la ley del más fuerte. Pero, insisto, la ley no protege a los niños, a ninguno. Si lo hiciera, no habría agresores en los centros porque a los padres se les obligaría a actuar. Me cuesta elegir, decidir si prefiero que mis hijos se conviertan en víctimas o, por el contrario, sean los que, día tras día, martiricen sin piedad. En un reportaje titulado Jaurías a la puerta del instituto daba una cifra escalofriante. El año pasado, y según datos de la Consejería de Educación, León registró más de cinco mil denuncias de acoso escolar y bullying. De ellas, tan sólo una veintena llegaron a Fiscalía.

El problema es que todo seguirá igual porque en esta sociedad la víctima siempre es culpable o, al menos, sospechosa. Molesta porque nos recuerda lo que somos, y convivir con ello apesta. Por eso es al acosado a quien siempre se arrincona, al que se esconde bajo la alfombra. No es un buen mensaje. El agresor lo tiene mucho más fácil porque hay pocos valientes. Lo vemos cada día y con nuestro comportamiento cobarde lo jaleamos. Me gustaría pensar que mis hijos estarán del bando de los valientes, pero para ello también yo tendría que militar en ese lado del mundo, siempre, sin concesiones, sin peros. Pero, a veces, yo tampoco estoy a la altura de las circunstancias.

tracking