Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Vamos a suponer que estamos todos ciegos... y no es mucho suponer pues no dejamos de darnos trompazos contra las farolas que vamos encendiendo sin cesar no tanto para alumbrar a la acera peatona (tú di pueblo) como para deslumbrar a la galería, al corresponsal y a la razón que ahí se escacharra también.

En esta partida entre la catalanidad rampante y la españolidad menguante, el farol que va al frente del cortejo es más importante que la cofradía que va detrás. Todos juegan a farol. ¡Adelante con los faroles!, ordena cada abad... ¡y a tapar la calle!... en esta fase estamos, la de farolazos con un cagontusmuertos indisimulado entre dientes. Peor es la siguiente fase, la de los cristazos: a muerte con los cristos de plata maciza de la cruz procesional, que ahí va el dios de cada cual (resulta ser el mismo, pero ciegos como van, ni pijo ven, ni interesa ver). Si ese cristazo va bien dirigido al occipucio, abre una brecha suficientemente ancha como para que quepa por ella el catecismo de Poblet en pergamino o la Constitución y su Espíritu en edición de lujo. Según el tamaño de la brecha ganará la cruz que tenga más rayos de platería y arabescos parecendo dentadura de sierra al vuelo, una radial mística.

Pero los faroles se apagan y no se ve salida... ¿país de ciegos?, ¿país de países ciegos?, ¿país de la ceguera?... ¡vuelve, Saramago! y oficia tu soñada boda entre España y Portugal... lo requirió anteayer un ilustre empresario... ¿Cataluña se va?... ¡venga Portugal!, las gallinas que entran por las que salen.

Urgente: busquen un tuerto y será rey de este lío; algo verá él que nadie alcanza a ver, quizá una puerta que no sea de las cuatro que hemos abierto de par en par... y dan al precipicio.

Un tuerto, plis. Y ahí se presentó Rajoy con un parche en el ojo, pata de palo, cara de «al abordaje» y flotando en un «bajel pirata que llaman, por su bravura, El Temido 155».

Pues entonces, otro tuerto, plis, que este ve más por el ojo tapado que por el abierto. O mejor: un trío arbitral de gente honrada y sabia a la que no influya el violento vocerío de estas gradas... y que sea de bien lejos.

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