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«La innovación moral más fuerte de Occidente es el feminismo»

Amelia Valcárcel durante la conferencia ayer en la Facultad de Ciencias Biológicas. MARCIANO

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León

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ana gaitero | león

Nadie duda del progreso técnico, pero el progreso moral se cuestiona. ¿Existe? Con esta pregunta arrancó ayer en León la filósofa y catedrática de la Uned, Amelia Valcárcel, la conferencia inaugural del decimotercer ciclo de Actualidad Científica y Cultural de la Universidad de León en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales.

El progreso técnico, explicó con una imagen muy gráfica, «va a lomos de un tigre y hay que tener cuidado porque no es un caballo y no está de ninguna manera bajo control». El progreso moral «no sabemos si existe, pero sí la innovación conceptual» que representa la Modernidad con su ruptura con un mundo dominado por el relato religioso y su idea de que podían superar a los clásicos «no porque seamos mejores, sino porque vamos subidos a los hombres de un gigante», la cultura griega y romana. Valcárcel explicó en una conferencia didáctica y salpicada también de ironía que la Modernidad se inicia en el siglo XVII en Europa y es el momento que marca ese punto de inflexión de progreso moral.

La sociedad deja de sustentarse en el relato religioso, y reniega «injustamente de la Edad Media, pero lo necesitaba», apuntó Valcárcel, asturiana de origen aunque vinculada a León porque pasó en la capital una parte significativa de su vida estudiantil.

La sociedad actual, dijo la también consejera de Estado, es heredera directa de la Modernidad, una era que nace con la idea de novedad y el impulso de innovar, que a la vez es la causa de «que nos odien muchas civilizaciones», precisó. El siglo XVII fija «nuestra fecha de nacimento», bajo el auge de la Geografía, la Mecánica y la Astronomía, así como la exploración de nuevos territorios y el encuentro con otras civilizaciones. También convulsionado por las guerras de religión a partir de la ruptura de Lutero con las 99 tesis contra el papa y las indulgencias. Guerras que en el contexto de la Europa actual «deben ser entendidas como un tipo particularmente horrible de guerras civiles», abundó.

La paz de Westfalia, de 1648, marca el nacimiento de la Modernidad con las especulaciones filosóficas que traen Descartes, Hobbes, Locke y Espinoza: Ley, igualdad, libertad, tolerancia y Estado como unión de voluntades y como pacto forman la arquitectura de la nueva era, que tuvo padres, pero no madres.

«La Modernidad es una voluntad operativa social, moral y política muy ambiciosa en sus objetivos porque se pregunta cómo debemos gobernarnos», precisó. Así nace la idea de que «las sociedades pueden volverse iguales, ajustadas a ley y pacíficas unas con otras», agregó la catedrática.

«El feminismo es la innovación mayor de este proceso y Occidente es la única sociedad del planeta que se arriesgó a enfrentar una invariante antropológica : en todas las demás sociedades se afirma de todo punto que los varones son superiores a las mujeres», abundó, Y Descartes tuvo la culpa. Al introducir la duda sobre la bondad de lo antiguo por el mero hecho de que se haya hecho así toda la vida.

Su duda alentó a «probar cosas» como la educación de las mujeres. «La igualdad entre varones y mujeres es mujeres es probablemente la innovación más fuerte y la que entienden como insoportable todas aque

llas civilizaciones a las que no les caemos bien».

Valcárcel cerró su conferencia señalando qeu «no hay ninguna civilización que no adquiera el progreso técnico de otras, pero ninguna quiere permear las ideas morales». En el coloquio respondió que «la idea de que las tres religiones monoteístas son las responsables del machismo es falsa, pero las religiones tienen que ser moralizadas y debemos introducir en nuestras religiones el feminismo: el cristianismo lo ha hecho», defendió.

Amelia Valcárcel puntualizó a otra pregunta del público que «el debate del velo se abrirá en muchos sitios, porque no podemos estar soportando la presión de que una minoría impactante quiera imponernos su agenda en los espacios públicos. Vivimos juntos y hay que tener una tabla de mínimos que son los derechos humanos».

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