Diario de León
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N o son pocos, creyentes o no, los que en estas fechas navideñas manifiestan su nostalgia e incluso su tristeza. Echan de menos a personas con las que compartieron, en años pasados, proyectos, alegrías, fiestas. Ahora, en su ausencia, parece que no haya nada que celebrar, nada que proyectar o vivir. Podemos sentirnos como fuera de lugar o, por el contrario, atrapados por el ambiente envolvente: todos hacen planes, se felicitan, compran, adornan, viajan, visitan, organizan, celebran, etc. Se trata de la Navidad a nuestra medida, la que nosotros organizamos, elaboramos, adornamos…

Pero la auténtica Navidad nada tiene que ver con eso. En la auténtica Navidad el protagonista no es cada uno, sino Dios: es Él quien tiene un plan de salvación, es Él quien sueña con llegar al corazón de todos nosotros, es Él quien quiere llamarse «Jesús» («Dios salva»), es Él quien se acerca a cada persona, sin meter ruido, pidiendo permiso para entrar. Él toma la iniciativa.

No obstante, en este cuarto domingo de Adviento aprendemos de la Virgen María a decir «hágase», cúmplase lo que has previsto, realícese cuanto desees, porque lo que tú quieres, «Dios-con-nosotros», resulta siempre lo mejor que nos puede pasar. En ese «hágase» está la raíz de la esperanza y su fruto es una gran alegría, la que sólo Dios puede generar con su presencia.

Cuentan los mayores que se está perdiendo la alegría, que cuando eran niños carecían de muchas cosas pero vivían alegres. Sin añoranzas del pasado, esta realidad nos está diciendo que no son las cosas sino otros valores (la actitud de búsqueda, la humildad de corazón, el deseo de compartir, la apertura y confianza en Dios, etc.) los que pueden devolvernos la alegría.

Digamos a Dios «hágase» y lo imposible comenzará a realizarse. Dejemos que Dios realice su plan y veremos que existe otra Navidad muy distinta, capaz de poner esperanza y alegría en nuestros corazones. Que así sea. ¡Feliz Navidad!

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