Diario de León

RETRATOS CALLEJEROS

El psicólogo que trató al Vaquilla y a la hija de Tarradellas

CARMEN TAPIA (texto) / RAMIRO (fotografía)

Casimiro Bodelón.

Casimiro Bodelón.

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Casimiro Bodelón escribe sobre la casa cuna de León. Esa es una historia que necesita ser bien contada y nadie mejor que él para destapar los secretos de la institución. Fue el último director de San Cayetano. Aventura que sacará a la luz datos poco conocidos del alcalde Miguel Castaño en el libro que titulará El arca de misericordia y el hospicio de León (1513-1991). Repasos de historia y de vida.

Bodelón fue salesiano, pero se salió de cura «porque no soportaba el autoritarismo y la obediencia a la fuerza». Estudió psicología en Barcelona y allí empezó su trayectoria en educación y servicios sociales. Su especialidad es la infancia. Quizás porque el primer recuerdo con el que empieza esta conversación se refiere al de un niño de cinco años que, montado a lomos de un burro, viajaba desde Camponaraya a Cueto para recoger castañas. «Recuerdo que pasaba mucho miedo. Le decía a mi padre que yo no sabía ir y él me contestaba que no me preocupara, que el burro sí. Y efectivamente, el burro sí sabía». Éramos siete hermanos en la España de pobreza de los años cuarenta».

Bodelón trató a muchos niños. En el Centro de Protección de Menores de Barcelona atendió a Juan José Moreno Cuenca El Vaquilla. Pero también tuvo la oportunidad de ayudar a la hija con síndrome de Down del que fuera presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas. «En este caso estaba en Flor de Mayo, un centro de formación profesional para personas con discapacidad dependiente de la Diputación de Barcelona», en el que trabajó hasta el año 1978. Después dirigió su destino a un colegio privado de Valencia, que acabó dirigiendo. Allí se casó. «Dejé el colegio porque tenían un afán de excesivo de dinero y eso chocó con mi carácter». Opositó y aterrizó en San Cayetano el 1 de julio de 1985, centro que dirigió hasta su cierre. Sagrado Corazón, Cosamai fueron también sus destinos. «Ahora estoy jubilado pero tengo la obligación de dejar escrito un legado que no se puede perder. Me paso las horas en los archivos. No soy de los que se quedan mirando la suela de su zapato». A sus actividades diarias suma de la ser voluntario en Protección Civil. «Voy por los colegios enseñando a los niños normas de tráfico».

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