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La gran familia de Cosamai

Cincuenta velas y mucha esperanza. El centro ocupacional de Astorga, dependiente de la Diputación, celebra este año cinco décadas desde su apertura. Cincuenta años, que se simbolizarán el lunes con la inauguración de una estatua, ofreciendo un apoyo integral a las personas con discapacidad. Ocho usuarios del centro cuentan su experiencia y comparten sus recuerdos

José Antonio, Manolo, Tania, Elisa, Francisco, Iván, Francis y Claudio son ocho usuarios de Cosamai, que posan en el centro de Astorga. JESÚS F. SALVADORES

Publicado por
León

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a.g. valencia | astorga

«Podemos discutir, a veces no nos llevamos bien, puede parecer, cuando nos enfadamos, que somos como desconocidos, pero al final somos una gran familia, nos apoyamos, nos queremos mucho, nos ayudamos y cuando pasa algo negativo lo pasamos mal todos». Así habla Elisa, mientras ofrece unas pastas que ella misma ha elaborado. Es una de las últimas usuarias que ha llegado a Cosamai. Tiene 21 años y ahora se sabe capaz de muchas cosas. «Antes pensaba que no podía y aunque al principio me costó adaptarme, mis educadores me han animado y ahora hago un curso de panadería en el Instituto de Astorga», asegura, mientas relata orgullosa sus notas. «He sacado un 8, y luego un 7, un 6...».

Cosamai ha sido para Elisa una oportunidad nueva. También para Francis, la primera mujer que llegó al centro, y para Tania, Manolo, Claudio —uno de los más veteranos y casi testigo de estos 50 años al completo— Francisco, Iván, José Antonio...

Para todos ellos, y para el resto de usuarios, Cosamai ha sido un espaldarazo en el desarrollo de su autonomía, sus capacidades y su propia independencia. Han aprendido un oficio y tienen al alcance la motivación que necesitan. Se sienten una familia y «aunque nos quejamos mucho, reconocemos que estamos bien», aseguran entre risas, mientras recuerdan vivencias de aquellos primeros años.

Francis y Claudio hablan con tremendo cariño de los hermanos holandeses. Ellos fueron los fundadores de Cosamai al auspicio del obispo Don Marcelo. Este año se cumplen cinco décadas desde que el centro abrió sus puertas para prestar servicio y una atención integral a personas con discapacidad leve o moderada.

Francis se sabe veterana y lleva la batuta. Relata aquellos circos que se organizaban. Ella hacia de majorette. «Ahora ya no tengo la misma edad», bromea y aunque recuerda con nostalgia aquellos años también espera con ganas todas las actividades que este año se celebrarán con motivo del 50 aniversario. Ha visto algunas fotos de la exposición que va a mostrarse y es incapaz de aguantar la risa.

Claudio es otro de los usuarios con una larga trayectoria en el centro. Estuvo en los talleres de Celada, donde aprendió a coser, y con el hermano Teo participaba en la banda de cornetas y tambores. Ayudó en la confección de los disfraces de Carnaval y ahora en un experto en el taller de cerámica. «Nos ha enseñado carteras y carpetas que ha cosido él», apostilla Elisa, mientras sonríe al lado de Tania, que llegó al centro en 2006.

Tania comparte habitación con Sole y entre risas reconoce que no siempre se llevan bien. Lo hace con toda la naturalidad y con un marcado acento berciano. Está con Claudio en el taller de cerámica, donde «hacemos los trofeos para los chicos que corren», asegura. Tiene 33 años.

Con ellos está José Antonio quien sonríe y bromea. Él llegó al centro en el 83 y ha formado parte del taller de Jabones. Ahora también trabaja en los cerramientos de aluminio para una empresa de La Bañeza.

Precisamente normalizar la vida de estas personas, impulsando sus capacidades y tratando de evitar el estigma social, son las bases del centro y de los trabajadores que cada día se empeñan en el fomento de su autonomía.

Tras la colocación de la primera piedra, aquel invierno del 66, el centro abrió sus puertas dos años después. Es por eso que este 2018 se celebran las bodas de oro. Un cumpleaños que arranca el lunes. Será el presidente de la Diputación, Juan Martínez Majo, el encargado de descubrir una estatua.

El padre Teo Bekkers, que llegó a Astorga a principios de los 70, recordó en la conmemoración de la primera piedra que un paso importante para el centro fue la aceptación de la institución provincial de asumir su gestión, compromiso que se mantiene.

Han pasado cincuenta años, medio siglo. Lo que comenzó como un colegio para niños con discapacidad es hoy un centro ocupacional para personas adultas. Cambios que han ido llegando con las necesidades o el aumento de la esperanza de vida. En Cosamai la integración es hoy la mejor recompensa.

Así lo atestigua también el testimonio de Manolo que llegó al centro siendo un niño de 9 años. Él junto a Francisco fue uno de los fundadores del taller de encuadernación y han vivido toda la revolución que ha sufrido el oficio. Iván es de los noveles. Bromista y un gran imitador.

Cada uno con sus propias cualidades dan más de lo que reciben. Lo explica Jorge Santiago, psicólogo del centro. De lo que se trata, dice, es de potenciar las posibilidades de los usuarios para que adquieran el mayor grado de autonomía y desarrollo, tanto en el ámbito laboral, como social, personal, emocional.... «Toda la estructuras gira en torno a esto, a que desarrollen sus propias habilidades en todos estos aspectos». Por eso se fomentan las rutinas de la vida diaria y los talleres ofrecen una opción laboral. «Con total libertad pueden establecer relaciones de pareja aunque velamos para evitar aspectos anómalos», dice y en lo emocional, «como cualquier persona, fomentamos su autoestima y les apoyamos».

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