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León

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Tengo un amigo que fue consejero de una caja durante un año. Recuerda que por cada consejo de administración al que acudían les pagaban 50.000 pesetas (de entonces) con una retención del 35%. Se lo entregaban en un sobre (todo muy español) al finalizar cada sesión. «Eran jornadas maratonianas en las que nadie decía nada salvo el presidente. En una ocasión, a mi amigo se le ocurrió quitarse la chaqueta y abrir la carpeta para comprobar las inversiones de la caja en su pueblo. Esa misma tarde fue reorientado a la higiene conductual y las buenas maneras. Es decir, que les pagaban por hacer de convidados de piedra. Todo muy reconfortante. Dicen que en Caja España hubo años en los que se celebraban dos y tres consejos de administración en una tarde, a 500 euros cada una. Da bochorno sólo pensar en la cantidad de buenas personas que se vieron obligadas a formar parte de este negocio. Pobres...

El lunes se votaban los comparecientes para la comisión de las Cortes que investigará la gestión de las cajas de ahorro, esas que se diluyeron de manera tan rápida y suave que hoy incluso dudamos de que todo lo que un día nos contaron fuera cierto. PP y PSOE acaban de pactar dejar fuera de esa reunión para el análisis a unas cuantas personas cuya comparecencia no serviría para nada (como la del resto) pero el trato ha dejado en la gente, de nuevo, la sensación de que todo es una chirigota.

Lo malo de la corrupción es que se parece demasiado a un cocedero de ranas. El agua sube de temperatura con los batracios vivos sin que parezca que nada cambia. Poco a poco, comienza a hervir, tan lentamente que la muerte llega de manera inadvertida, sin que el animal sea consciente de que la vida se va por el sumidero. La corrupción sólo la notamos al principio, cuando nos caemos del caballo y vemos que la inocencia no forma parte de la vida. Sin embargo, como las ranas, cuando la suciedad se va incrementando y el hedor lo pudre todo, perdemos sensibilidad y, como ellas, seguimos nadando entre la inmundicia sin darnos cuenta de que ya estamos ahogados.

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