Diario de León

RETRATOS CALLEJEROS JOSÉ MARÍA ROJO GARCÍA sacerdote diocesano

El misionero leonés que sueña con Perú

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León

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carmen Tapia | texto

José María Rojo se confiesa más de campo «que los tractores». Leonés de la localidad facundina Villeza de las Matas (1946), salió de España como misionero hacia Perú con 29 años. Toda una vida pastoral urbana en los barrios marginales de Chimbote, Juliaca, Ica y Lima, lugares a los que sueña con volver tras segundo paréntesis que hace en Madrid. «No me gustan las ciudades grandes. Me autodestino a Perú, donde el Instituto Español de Misiones Extranjeras crea conveniente». En Perú desarrolló su carácter. La tierra y sus habitantes tiran de él a miles de kilómetros. Este leonés tiene en el país andino su hogar. En España nunca ha tenido parroquia. «La gente de Perú me atrae. Yo me hice cura allí. Me he acostumbrado», pese a que reconoce el carácter reservado de sus habitantes. «Nunca he entrado a sus casas a tomar un café. Son muy celosos de sus tradiciones». Sin embargo, el cuidado de la salud y la organización vecinal permitió a Ica, una de las zonas de su influencia, liberarse de una epidemia de cólera en los años 90. «Teníamos claro que había que enseñar a las mujeres a los cuidados y el manejo de los alimentos. Organizamos un plan de prevención que funcionó a la perfección».

Para no olvidar sus experiencias como misionero en Perú, ha escrito dos libros que en principio no se podían comprar. Sus amigos tienen ya los ejemplares. Valió la pena apostar, escrito en 2016, recoge las experiencias y su trabajo en su última etapa en el país. «Recuerdos y anécdotas» que no quería que quedasen en el olvido. En el libro relata el trabajo duro para vencer el mal de la mina en el arenal, el sida, la dignidad, la cultura del desierto, la gripe porcina y el valor de la vida humana. «El trabajo principal que hicimos fue a través de las mujeres», insiste, aunque a las asambleas, que se organizaban en locales en los barrios, sólo asistían los hombres. «Las mujeres se quedaban en la distancia, en las esquinas, observando, luego los hombres iban a sus casas, comentaban los acuerdos y a la siguiente reunión proponían los cambios».

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