EL BAILE DEL AHORCADO
Las ovejas de Bescós
La Ordenación del Territorio es la manera que la Junta ha encontrado para regular los servicios en función de lo que cada uno paga. Es sólo que, como en la mayoría de las ocasiones en las que nos jugamos los cuartos con este senado de intereses creados, lo que cada uno paga no es sino el mapa con el que diseñaron nuestras propiedades hace cuarenta años. Un vecino de Redilluera no paga lo mismo (o sí, que en Valdelugueros el IBI está a precio del Viso) que uno de Arroyomolinos, así que la educación, la sanidad, las comunicaciones y las infraestructuras van a la medida de lo que ahora se llama sostenibilidad, una palabra polisémica. Hacer algo sostenible es, en palabras del gobierno, convertirlo en un bonsái, cortarlo casi hasta que desaparezca. Eso, en una parte del territorio, que en la otra llueven las subvenciones para que se fabriquen coches que luego nunca saldrán al mercado.
Pues bien, con las directrices de Ordenación del Territorio pasa algo parecido. Para que León no pierda la sostenibilidad, hay que recortarlo, y como de momento no pueden podar la orografía, no son capaces de hundir las montañas ni de secar los ríos, harán todo lo posible para que sean los que viven allí los que se mueran. Y si para ello hay que eliminar ayuntamientos, juntas vecinales y concejos, adelante…
Se cumplen este año treinta de la publicación de La lluvia amarilla. Si Pedro Páramo dibujó las tribulaciones de la historia mexicana a través de las sombras del pasado, Llamazares se convirtió en Casandra para narrar la fábula de la desaparición de León, aunque el protagonista de la mortaja con la que se envuelve la soledad y la pérdida viviera entonces en el confín legendario de Huesca. «La noche queda para quien es»… La noche, esa gran metáfora de la España abandonada, traicionada por sus pobladores, ahogada entre la corrupción de la modernidad y la muerte de sus últimos habitantes, esos a los que la Junta quiere convertir, ‘dots’ mediante, en las ovejas de Bescós.