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EN PRIMERA PERSONA

La azafata que se heló en el Godó: "Si hablas, no vuelves a trabajar"

Raquel Muñoz denunció las condiciones laborales "denigrantes" de las 'paraguëras' en el torneo de tenis. Tras su relato, "una tortura de diez días", Inspección de Trabajo ha multado a la agencia y a la marca para las que trabajaba

Raquel Muñoz, este miércoles en Terrassa.

Publicado por
HELENA LÓPEZ
León

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Las contrataron por su sonrisa, pero lo que pasó a la posteridad fueron sus lágrimas. "Llegaba un momento en el que era imposible reprimirlas. Por el frío, la humedad, la lluvia, la impotencia... A algunas chicas hasta les llegó a sangrar la nariz", recuerda Raquel Muñoz, quien el último primero de mayo decidió romper con la omertá que rige el mundo de las azafatas y denunciar la situación que vivieron las 'paragüeras' en el pasado torneo Conde de Godó. "Mi madre me veía en la tele temblando y se ponía a llorar. Veía las gradas con todo el público con plumones y a nosotras, empapadas, sentadas bajo la lluvia, con los pies congelados e irónicamente con un paraguas, cerrado, en la mano", prosigue la joven, quien entonces tenía solo 23 años pero una valentía que resultó poco menos que revolucionaria.    

"Aquellos 10 días fueron una verdadera tortura. Y, para rematar la jornada, que podía acabar a las once de la noche, dependiendo de lo que durara el último partido, después de 10 horas a la intemperie, nos caía una bronca por haber llorado frente a la cámara. Nos pagaban para sonreír, no para llorar", prosigue su relato Muñoz este miércoles, a pocas horas de conocerse la noticia de la eliminación de la figura de las azafatas en la Fórmula 1.

A las dos horas de denunciar en la radio pública la situación vivida en el famoso torneo, como era de esperar, la joven recibió una llamada de la agencia para la que trabajaba. "'Es muy grave lo que has hecho. Esto no se puede tolerar y va a tener consecuencias', me comunicaron. Yo antes de tomar la decisión sabía que no volvería a trabajar de azafata, pero ya me daba igual. Había llegado a la conclusión de que había ciertas cosas por las que no iba a pasar. Por ética, por dignidad, por salud. La actitud que quieren de nosotras es la de monigotes. Que no hablemos, que solo sonriamos", resume la hasta entonces azafata, quien, pese a contar con infinidad de apoyos de puertas adentro, desde el momento en que decidió dar el paso al frente estuvo sola. "El resto tuvieron miedo -confirma-. Hablar es no volver a trabajar".

"Vi claro el machismo que había detrás de aquello"

Pero Muñoz se hartó de ser considerada solo una cara bonita y decidió usar esa misma cara para poner sobre la mesa una situación que consideraba totalmente denigrante. Se le metió entre ceja y ceja que el miedo tenía que cambiar de bando. Que eran las empresas las que tenían que temer no tener a sus trabajadoras en unas condiciones mínimas. "Me di cuenta de que la imagen de la chica guapa mojándose, aguantándole el paraguas al tenista vestida de verano pese a estar a menos de tres grados no tenían ningún sentido. Vi claro el machismo que había detrás de aquello. En Madrid, por ejemplo, quien hace la figura de 'paragüero' son los recogepelotas", señala. 

"Eres un objeto. Hay una nevera gigante con el nombre de la marca y estás tú. Eres un soporte publicitario más. Quieren que sonrías y calles. Ya está. Al resto de trabajadores del torneo les hicieron un cambio de vestuario para adaptarlo a las condiciones meteorológicas menos a nosotras, que tuvimos que pelear nuestros derechos día a día. Primero para que nos dejaran ponernos medias, algo a lo que al principio se negaban al considerarlas 'poco deportivas', y después, una chaquetita de punto sobre los hombros, que nos podíamos poner solo cuando no estuviéramos a tiro de cámara, y únicamente durante el partido", sentencia.

"Eres mercancía"

"Después, para pasear por la zona vip [entre partido y partido su cometido era lucir el paraguas sonriendo entre los famosos] no la podíamos llevar", relata la periodista, que empezó a trabajar de azafata con 20 años para tener unos ingresos mientras estudiaba la carrera. 

Después de quejarse mucho, los últimos días les dieron una cazadora, también con la orden de no ponérsela del todo. Solo cubrirse los hombros. "Una noche una compañera y yo nos la pusimos del todo, desoyendo las directrices, y nos cayó otra bronca monumental. Para ellos eres mercancía. Un día se pusieron dos chicas malas por las condiciones en las que trabajábamos, las sustituyeron por otras dos y la marca ni se enteró. Como nos contratan a todas prácticamente iguales...", continúa.

El papel de los deportistas

La periodista tiene claro por dónde pasa la solución: "Los jugadores deberían dar un paso. Si ellos dicen que no quieren 'paragüera' las marcas, que son las que mandan, sí les harán caso. Los tenistas no dieron la cara por nosotras". Más allá del anuncio hecho por la Fórmula 1, y muy lentamente, sí van percibiéndose algunos cambios. "Después de denunciar me buscaron agencias que me querían contratar porque mi imagen estaba en ese momento relacionada con unos valores modernos", revela. No aceptó las ofertas. 

Tras su denuncia, Inspección de Trabajo levantó un acta de "infracción muy grave" contra la empresa Schweppes y la agencia Tote Vignau por acoso discriminatorio por razón de sexo.