Afectivo y efectivo

H oy día recibimos tantas noticias en tiempo real de cualquier parte del mundo que nada nos sorprende. Con la globalización de la comunicación se globaliza también nuestra indiferencia. Nuestra atención pasará, como vuelo de mariposa, de uno a otro acontecimiento y así, como consumidores compulsivos de sucesos, será casi imposible que se avive nuestra sensibilidad y se conmueva nuestro corazón.

Pero, la realidad es que estamos rodeados de muchos seres humanos afectados por modernas lepras que los convierten en descartados, excluidos y «malditos»: ancianos solos, enfermos terminales, niños subalimentados, mujeres maltratadas, emigrantes empobrecidos, personas sin hogar ni techo, parados de larga duración, marginales marcados por la mala fama, el alcohol, la droga…

El corto relato del Evangelio de este domingo debió de impactar a los testigos. Sorprende que el leproso, que vivía en la deplorable situación que describe en detalle la I Lectura, se atreva a romper las normas socio-religiosas que le impedían acercarse a los sanos. Más sorprende la respuesta de Jesús: ante el hecho de que se le acerque un «maldito», él reacciona con una actitud, unos gestos y unas palabras que van contra las normas, pero que han de ser escuela para sus discípulos.

Percibir que, en nuestro entorno, alguien se ve reducido en su dignidad y excluido de la convivencia, nos exigirá que, saltándonos cualquier convencionalismo, nos dejemos enternecer por su situación y pasemos a actuar con cercanía física, gestos de ternura, palabras de consuelo y remedios eficaces. De este modo, se hará presente hoy la sanación integral que Jesús nos trae de parte de Dios Padre, quien es nuestro refugio y la causa de nuestra alegría, como nos dice el Salmo.

Este domingo se celebra la Jornada del Enfermo y es el centro de la Campaña contra el Hambre. Sin tener que ir más lejos, ahí tenemos dos sectores de personas necesitadas de nuestra solidaridad afectiva y efectiva.