Diario de León

Savia extranjera para resucitar el mundo rural

Más de 4.000 pueblos padecen serios problemas de despoblación en España.

El mundo rural atrae a población extranjera que busca una vida tranquila. J. J. GUILLÉN

El mundo rural atrae a población extranjera que busca una vida tranquila. J. J. GUILLÉN

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cristina yuste | madrid

El mundo rural en España está en peligro de extinción, con miles de municipios abocados a la despoblación total, una lacra contra la que resisten sus últimos habitantes con el apoyo de un puñado de extranjeros dispuestos a correr riesgos.

Uno de los ejemplos más llamativos es Órgiva, cabeza de comarca de la Alpujarra granadina, de casi 6.000 habitantes, donde conviven orgiveños con ciudadanos de más de 70 nacionalidades diferentes.

Según la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), el 80 por ciento de la población española vive en sólo el 20 por ciento del territorio, la mayoría ciudades grandes y medianas, lo que implica que más de 4.000 pueblos padezcan problemas serios de despoblación.

Tampoco cesa el goteo de iniciativas ciudadanas, como la de los 170 miembros vinculados familiarmente a la villa segoviana de Vellosillo, de sólo tres vecinos, que, con dinero de sus bolsillos, pretenden reflotar el pueblo y recuperar los 200 habitantes que tenía en los años 50.

En Serranía Celtibérica, un territorio que se extiende por diez provincias, conocido como la Laponia del Sur por su baja densidad de población -menos de 8 habitantes por kilómetro cuadrado-, la imaginación es la única esperanza para sus vecinos, promotores incansables de opciones atractivas para el turista y de productos de calidad, dignos de gourmets.

Pero la batalla contra el abandono rural cuenta además en sus filas con otro grupo de «soldados», extranjeros que han tomado las riendas de su destino, se han integrado en la naturaleza y han relevado en el campo, en sus cortijos o en sus negocios a quienes huyeron a la ciudad en busca de una vida mejor.

«La gente que ha venido es muy variopinta, pero los ciudadanos de Órgiva son muy tolerantes, no conozco otro sitio igual», explica a Efeverde Lore Ruegg, una suiza que hace 17 años llegó con su marido, Jordi, a este rincón alpujarreño, donde, con sus hijos de 18 y 16 años, han echado raíces a los mandos de un horno de pan y pasteles ecológicos.

La mayoría de los extranjeros que se han afincado en la Alpujarra «buscan una vida más auténtica, en sintonía con su alma, lo que en sus países no pueden tener» y, como hay gente de tantos sitios diferentes, «se crea una comunidad donde caben muchas maneras de vivir o de pensar», asegura Lore.

Y, en general, hay armonía.

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