Matar judías
A ver, ¿cómo no mirar espantados si en vez de «matar judíos» dice alguien «matar judías»? ... ¡!... la señora secretaria de actas, sin embargo, entiende que es correcto, acorde a la normativa igualitaria del lenguaje... y que esta inveterada costumbre de la limonada asesina con que la tierra leonesa venga la muerte de Cristo debería decirse mejor «matar judíos y judías» o ¿acaso no sufrió también la mujer judía las crueles represalias de los «cristianos viejos » medievales con su paponada ebria y mística en los días santos yendo en manada a hostigar y asaltar tiendas o sinagogas de la comunidad judía en sus barrios de San Martín o Puente Castro, salvajada xenófoba y religiosa que dio origen cierto a esta inequívoca expresión que lo evoca y que, por más que la embajada israelí ruegue eludirla, no habrá dios que la erradique?... ¡buenos somos aquí!... pues «mátense» judías también... a limonadas contra ellas ellas si con ello se logra la paridad (¿valen las muertas que salen por la igualdad que entra?), matanza con atenuante si sólo la hacen paponas, manolas y ofrecidas mamadas o enardecidas de fe genérica... resuelto: añádase este matiz en la próxima Semana Santa: «... y judías»... aunque Francia ya tomó la delantera: allí matar mujeres de fe o raza judía quiere ser rutina; la última víctima fue Mireille Knoll, de 85 años, acuchillada y carbonizada en su casa de París hace once días; en 1942 logró escapar siendo niña a la «solución final» del campo de Auschwitz, pero tantas décadas después no pudo hacerlo de las garras de un tarado con puñal y mechero que niega el holocausto nazi de Hitler, pero no el suyo propio que ya ensaya furioso.
El antisemitismo francés es viejo, lleva así dos siglos propalando esa «conspiración judeo-masónica» que tanto le gustaba invocar a Franco, hasta el punto de ser Francia el país del que más judíos huyeron al nuevo Israel o al exilio. Pero aquí, a falta real de judíos, se les mata en efigie o «in memoriam», algo harto fácil y cobarde, salvo que haya valientes entre los matanceros que se atrevan hoy a «matar moros» para igualar la costumbre y las bajas.